Cine

'Hitchcock': una psicosis fallida

Anthony Hopkins en 'Hitchcock'.
FOX

Las películas (o, como dicen ahora, "biopics") sobre la vida de un famoso tienen un problema: muchas veces, el debate se centra en cuán parecida es la estrella de turno al histórico rostro al que da vida. En resumen: la película será buena por el sorprendente parecido de Meryl Streep o Helen Mirren con Margaret Thatcher o Isabel II, sin darle tanta importancia al hecho de si La Reina y La dama de hierro eran películas dignas (lo eran, sobre todo la segunda).

Con Hitchcock, de momento, no se ha jugado a eso. Pese al aura de leyenda que acompaña a ambos, el trabajo de Anthony Hopkins para encarnar a Alfred Hitchcock no ha sido proclamado a los cuatro vientos por campañas publicitarias. Por no haber, ni siquiera Hollywood ha sido generosa con el galés, al que ha negado una candidatura al Oscar pese al gusto de la industria por ese tipo de trabajos (Colin Firth (El discurso del rey), Sean Penn (Milk) o Jamie Foxx (Ray) han ganado el premio estos años por papeles de este tipo).

En ese sentido, el comercial, Hitchcock ha perdido una oportunidad. En lo cinematográfico, probablemente, también; porque la película recrea el problemático rodaje de Psicosis, todo un icono del cine, y ya de paso arrojar luz sobre el cineasta, atribulado por sus roces con la industria y, cómo no, sus traumas de todo tipo.

Cinefilia y psicología

Hitchcock, entonces, juega esa doble carta: ironizar sobre los problemas que incluso una película excelsa sufre para llegar a buen puerto y la de reflejar las muchas aristas escondidas en el cerebro de un genio. El primer propósito se logra: si uno tiene un mínimo interés cinéfilo, cualquier chismorreo (aunque contado mil veces) sobre los entresijos de Psicosis resultará entretenido, sobre todo si se suman a la fiesta de homenajes Helen Mirren (como la sufrida y divertida esposa de Hitch, Alma Reville) y las bellísimas Scarlett Johansson y Jessica Biel (encarnando a Janet Leigh y Vera Miles).

La cinefilia funciona, pues, pero la psicología no tanto. Es lógico: si dos terceras partes de la trama se dedican a frivolizar sobre un rodaje... ¿Qué espacio queda para retratar los demonios de alguien como Hitchcock? Muy poco. Así que el director, Sacha Gervasi (es su primer largo, tras firmar el guión de La terminal) toma atajos: para mostrar que Hitchcock se sentía incomprendido, le pone de vez en cuando una botella en la mano. Para recordarnos que era un obseso sexual, hagámosle mirar con deseo, una y otra vez, el escote de Scarlett Johansson (como si eso fuera algo extraño). Y, para terminar, reflejémosle obsesionado con que su mujer le engaña, lo que le convertirá sin discusión en un pobre obeso inseguro.

¿Era eso Hitchcock? Quizá. No lo sabemos: harían falta, imagino, muchos más datos, testimonios, minutos, para poder afirmarlo. No bastará con ver Hitchcock, eso seguro: habrá que seguir disfrutando con sus películas y rendirse, de paso, a su inmenso talento y probables debilidades.

EE UU, 2012. Dir.: Sacha Gervasi. Int.: Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson, Jessica Biel.

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