Ourense, paseo por el coqueto encanto de la ciudad gallega

  • Las Burgas de Ourense, fuentes medicinales, son uno de sus emblemas.
  • En la Plaza Mayor se mezclan soportales de los siglos XVII, XVIII y XIX.
  • Su catedral es almenara porque fue refugio de los orensanos ante el peligro.
El Ponta Vella, el puente romano de la época de Augusto.
El Ponta Vella, el puente romano de la época de Augusto.
WIKIPEDIA/JTCurses
El Ponta Vella, el puente romano de la época de Augusto.

Ourense es una ciudad monumental, inspiradora, coqueta, accesible, tradicional y moderna. Desde sus calles hasta sus mesas – mención aparte merece la excelencia de su gastronomía- recorrerla supone un placer inigualable. Todo lo que en ella se experimenta adquiere carácter de extraordinario, por la belleza exterior de la ciudad, representada en insignes plazas y carismáticos monumentos, como por la interior, el acogedor y palpitante corazón de la urbe, cuya calidez está fielmente representada en el afable carácter de los oriundos.

Las Burgas

Los rincones de Ourense respiran temple gallego, una paz que nada tiene de ociosa, pero la amabilidad congénita de sus habitantes no entiende de prisas, así como la belleza de sus parajes invita a detener los relojes.

La ciudad se vanagloria de la peculiaridad que reside en una de sus imágenes más representativas. Y es que uno de los emblemas de la ciudad no se trata de un edificio, palacio o museo, sino de fuentes, eso sí, termales. Las Burgas de Ourense son manantiales medicinales canalizados a través de fuentes, de las que manan aguas silicatadas, fluoradas, hipertermales y litínicas a una temperatura de entre 64 y 68 grados y con un caudal de unos 300 litros por minuto.

Sus aguas son adecuadas para tratar problemas de piel (dermopatías pruriginosas), reuma y artritis, y fueron sin duda sus bondades decisivas para el asentamiento romano en la ciudad cuando aún transcurrían libres.

Son tres las fuentes que canalizan los manantiales: la Burga de Arriba, la más antigua, construida en el siglo XVII, de estilo popular, la Burga do Medio, que data de mediados del siglo XIX, perteneciente al estilo neoclásico y la Burga de Abaixo, de estilo neoclásico, también del siglo XIX, que consta de dos caños laterales y una pila labrada en el centro, con otro caño.

Plaza Mayor

La Plaza Mayor de Ourense es el corazón al que confluyen las arterias del Ourense antiguo. Sus laterales son una cronología estilística, rara avis, representada en sus soportales de los siglos XVII, XVIII y XIX.

Presidiendo la plaza, el edificio consistorial y en una de las esquinas, la barroca Iglesia de Santa María Nai "La Madre" y el Museo Arqueológico Provincial. Con planta de cruz latina, su fachada está flanqueada por ocho columnas de mármol, que se suponen restos de la antigua Basílica de los suevos, del siglo VI.

La catedral

Cuenta la leyenda que la catedral originaria de Ourense fue mandada construir por un monarca suevo llamado Carriarico quien, al enfermar su hijo, encomendó sus plegarias a San Martin de Tours. Tan pronto como hubo sanado su primogénito, mandó construir un templo donde se emplaza la actual catedral.

Las incursiones de los musulmanes redujeron a escombros el primigenio templo, dando lugar en el siglo XII y XIII, en plena época del románico, a una reconstrucción global que guarda semejanzas, sobre todo en el pórtico con la catedral de Santiago. Su forma almenada se debe a que además de refugio espiritual también lo fue físico para los orensanos cuando hubo peligro.

La catedral de Ourense acoge hoy en día el Museo Catedralicio, entre cuyas piezas destaca el Báculo de San Rosendo y un ajedrez único de influencia india en el que, por ejemplo, los caballos son elefantes.

El Ponta Vella

Ourense es también ciudad surcada de ríos -brilla el poderoso Miño- y por lo tanto salvada por puentes, entre los cuales destaca el Ponta Vella, el puente romano de la época de Augusto del que sólo quedan algunas piedras en las bases.

En el siglo XII se reconstruyó dando el perfil actual con arco apuntado, pero la reconstrucción definitiva tuvo lugar en el siglo XVII, con cuño y rúbrica de Melchor Velasco. Las nuevas ruinas tienen que esperar al siglo XVII, en que Melchor Velasco aplica la solución definitiva. La torre que aparece en el escudo de la ciudad fue demolida en el siglo XIX.

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