Vivienda

Unas vacaciones lejos del desierto saharaui para Selma

El niño saharaui Selma sentado junto con su familia de acogida madrileña.
JORGE PARÍS

Al llegar a Barajas, Selma solo traía en su equipaje una melfa (la tradicional túnica saharaui) y un paquete de frutos secos. En el avión se debatía entre la tristeza por dejar atrás a su familia y el nerviosismo por conocer a sus ‘padres de verano’. En el aeropuerto le esperaba el matrimonio madrileño de Ruth Arcos (36 años) y Pablo Pelín (38), junto con sus hijos David (13) y Pablo (10).

Al encontrarse, Selma se los ganó al primer instante: "Lo primero que hizo fue regalarme la túnica, lo más valioso que llevaba. Y ami hijo le dio sus cacahuetes, la única comida que traía", recuerda Ruth

Aquello fue el 23 de junio. Ahora, tres semanas después, Ruth asegura: "Selma es ya como nuestro tercer hijo, es un niño especial que contagia felicidad".

Los Pelín-Arcos, residentes en el distrito de San Blas, son una de las 316 familias madrileñas que participan este verano en la campaña Vacaciones en Paz. Durante dos meses, acogerán a Selma, un pequeño de 12 años y procedente del núcleo de Smara, en el Sáhara Occidental.

El proyecto Vacaciones en Paz está pasando por un bache. Este año participan 316 familias, pero "hasta hace tres años venían más de 500 niños", lamenta la coordinadora, Marisa Cerrato. "Hay menos familias dispuestas a acoger y las donaciones se han reducido. La crisis afecta a la solidaridad", apunta. Aunque da igual si la familia tiene dinero: "Se les piden ganas y tiempo, únicamente".

"Los niños vienen para evitar los 50ºC que se alcanzan en esta época en el desierto, tener mejor alimentación, que les revisen la vista y la dentadura, y escapar algún tiempo de la difícil vida en los campamentos", explica Marisa Cerrato, coordinadora del proyecto en Madrid.


"Un hermano para mis hijos"

Selma no ha tardado en integrarse en el entorno de su nueva familia. "Es como un hermano para mis otros hijos y se ha ganado a todos nuestros vecinos de urbanización", cuenta Pablo. El propio Selma interviene: "Lo mejor es la piscina y jugar al fútbol... y también la comida que prepara Ruth".

No es la primera vez que viene a España, pero hay cosas que todavía le sorprenden: "Desde la campanilla del ascensor, hasta los interruptores de luz o los árboles en las montañas", recuerda el padre de familia. "Lo próximo es llevarlo al cine. Todavía no lo conoce".

En dos meses Selma volverá al Sáhara mejor nutrido y con otra vida que contar a sus amigos y familia. Pero aquí dejará un vacío: "Creo que nosotros estamos aprendiendo más cosas de él que él de nosotros. Temo el día que se tenga que ir", dice Ruth.

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