En moto por tierras segovianas hasta las Hoces del río Duratón

  • Las Hoces son uno de los parajes más impactantes de nuestra geografía.
  • La Granja rodea la residencia que Felipe V ordenó construir en 1724.
  • Segovia es más que su acueducto, es ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Una visión general del cañón del Duratón.
Una visión general del cañón del Duratón.
FLICKR/Carlos Garijo
Una visión general del cañón del Duratón.

Segovia es la tierra del acueducto más famoso, del asado, el cochinillo y el cordero lechal. Y también del jamón serrano y el famoso chorizo de Cantimpalos. Pero si se decide visitarla, aparte de su capital, hay que acercarse hasta un paraje maravilloso, las Hoces del Río Duratón.

La escapada motera tiene su punto de partida en Valsaín, una pequeña localidad a 14 kilómetros de Segovia y a tres de San Ildefonso, que destaca por su Palacio, testigo de grandes momentos históricos, como los festejos de las cuartas nupcias de Felipe II en 1570. Un incendio lo arrasó en 1697, durante el reinado de Carlos II, y empezó su decadencia.

Iniciando la ruta en Valsaín, sería un error no acercarse hasta La Granja, a poco más de cuatro kilómetros de distancia. Está tan próxima que apenas da tiempo a meter sexta. La Granja es un pequeño municipio levantado alrededor de la lujosa residencia de recreo que Felipe V ordenó construir en 1724. Durante los siguientes veinte años los jardines y el palacio se engrandecieron y todos sus sucesores, hasta Alfonso XIII, utilizaron el recinto palaciego como residencia de verano.

Carrusel de belleza

Por la belleza de su arquitectura y sus jardines, el Palacio de La Granja es comparable al de Versalles, aunque de menor tamaño. Los jardines están salpicados de una prolija colección de fuentes con juegos de agua, enmarcadas por espesas arboledas.

La visita a la Real Fábrica de Cristales también es muy aconsejable. Es uno de los mejores ejemplos de arquitectura industrial, vestigio del lujo y el poder que rodeó al Palacio en tiempos pasados.

La visita a La Granja puede alargarse toda la mañana. Pero Segovia está esperándonos con los brazos abiertos a la vuelta de la esquina. Retomamos la carretera que conduce a San Ildefonso, y transcurridos diez kilómetros, antes de que puedas darte cuenta, ya estarás rodando con tu motocicleta por las calles cargadas de historia de la ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Segovia, sabor a cultura

Como no podría ser de otra manera, lo primero que se avista al llegar a la capital segoviana es su magnífico acueducto. Es, sin lugar a dudas, uno de los monumentos más importantes de la antigüedad, y una majestuosa obra de ingeniería. Además, de dotar de particular personalidad a Segovia.

En total, el acueducto suma 163 arcos y alcanza su altura máxima en la Plaza del Azoguejo, donde se levanta a más de 28 metros. Y es precisamente en ese punto donde es recomendable dejar la moto aparcada y pasear por la ciudad. La mejor manera de descubrir sus muchos rincones con encanto hasta llegar al Alcázar.

Otra de las cosas de obligado cumplimiento cuando se visita Segovia es degustar su excelente gastronomía. Una apuesta segura es el afamado El Mesón de Cándido. Como todo el mundo sabe, el cochinillo asado es el plato estrella, precedido de judiones de La Granja, y rematado con la torrija de leche caramelizada con helado de chocolate.

Con el estómago satisfecho ponemos rumbo norte para hacer kilómetros y disfrutar del aire en la cara. Próxima parada, a unos 40 kilómetros, Pedraza. Se trata de una villa medieval amurallada, cuya cuidada rehabilitación motivó su declaración como Conjunto Monumental en 1951.

La puerta de la villa  y el castillo son sus dos monumentos más destacados. La construcción de la puerta data del siglo XVI; el escudo de Iñigo Fernández de Velasco, Señor de Pedraza entonces, preside la entrada. Los portones, de madera de álamo negro, se cerraron durante siglos por la noche, con lo que se impedía la entrada o salida de cualquier persona salvo emergencia. El castillo lo adquirió el pintor Ignacio Zuloaga en 1926 y lo restauró de arriba a abajo. Hoy alberga buena parte de su obra y está abierto al público.

Buenas fechas para visitar la localidad son el primer y segundo sábado del mes de julio, cuando se celebra ‘La noche de las Velas’. Entonces, el alumbrado público se apaga y deja paso a los cientos de velas que adornan las calles, ventanas, plazas, jardines y patios. Un espectáculo digno de ver.

Continúa el espectáculo

Tras el alto en Pedraza, continuamos el trayecto rumbo a nuestro destino final: las Hoces del Río Duratón. A partir de este punto, el camino se vuelve más divertido y el paisaje se torna verde.

Antes es recomendable hacer una parada en Sepúlveda, a tan sólo media hora de Pedraza. Esta localidad es famosa por su exquisito lechazo asado en horno de leña, una reconfortante opción antes de lanzarse a descubrir las Hoces del río Duratón. No podemos partir sin pasear por sus calles, recorrer su plaza mayor con los restos del antiguo castillo y ascender hasta la iglesia del Salvador, para conocer una de las joyas del románico segoviano y disfrutar de unas espectaculares vistas.

Continúa la ruta por San Miguel de Bernuy y Carrascal del Río hasta Burgomillodo, punto de inicio de las Hoces del río Duratón, uno de los espacios naturales más espectaculares de la región. Una buena opción es entrar a Burgomillodo para contemplar el embalse del mismo nombre, y posteriormente continuar hasta Castrillo de Sepúlveda y Villaseca. Allí nace una pista sin asfaltar pero de baja dificultad que conduce hasta la ermita románica de San Frutos, del siglo XII.

Ya sólo queda disfrutar de la curva que realiza el río Duratón, uno de los parajes más impactantes de nuestra geografía, y observar el vuelo de diversas aves rapaces que habitan en este espacio natural.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento