Grenoble, la puerta natural de entrada a los Alpes franceses

  • La rodean tres macizos, Chartreuse, Vercors y Belledonne.
  • En ella trabajan 18.000 investigadores y los estudiantes superan los 60.000.
  • La Bastille y el teleférico son sus principales atracciones turísticas.
  • La Chartreuse es un conocido licor fabricado por los monjes cartujanos.
El teleférico cruzando la ciudad francesa.
El teleférico cruzando la ciudad francesa.
EP/Jcg
El teleférico cruzando la ciudad francesa.

Es la ciudad más plana de Francia, pero la puerta natural de los Alpes franceses. A Grenoble, en el corazón de la región de Ródano-Alpes, la rodean tres macizos, Chartreuse, Vercors y Belledonne.

Su casco antiguo es muy interesante, con continuas referencias a Stendhal, el famoso escritor francés, representante del realismo, nacido en la calle de Jean-Jacques Rousseau en 1783, y sus diez museos que desvelarán al visitante la gran historia de la capital alpina gala.

Grenoble es una ciudad que rebosa vida y animación. No en vano cuenta con una población intramuros de 158.000 habitantes que se convierte en casi medio millón (450.000) con los 34 municipios que la rodean. Además en ella trabajan dieciocho mil investigadores –es el primer polo de investigación pública tras Paris/Ille de France– y los estudiantes superan los 60.000.

Las Bastille y el teleférico

El sitio de la Bastille y el teleférico que lo comunica con la ciudad vieja son la principal atracción turística de Grenoble. Las populares "burbujas" conducen en solo unos minutos a la espectacular fortaleza de la Bastille en las primeras estribaciones del macizo de Chartreuse. Este fue el primer teleférico urbano del mundo en funcionar (1934), aunque el actual data del año 1976.

Desde la cima, como si estuviéramos colgados de la capital de los Alpes, se puede disfrutar de una vista inigualable de la ciudad, con el Cours Jean Jaurès, la avenida más larga de Francia con sus 10 kilómetros en línea recta, y del Belledonne, el Mont Blanc y el Vercors.

Al descender una parada recomendable puede resultar el coqueto barrio italiano con sus más de treinta pizzerías para reponer fuerzas o la propia ciudad vieja con sus restaurantes tradicionales de la cocina delfinesa basada en la nuez, el queso de vaca (Saint Marcellin), el típico Gratinado de patatas, los caracoles, el foie-gras de pato y la Chartreuse, un conocido licor fabricado por los monjes cartujanos.

Pero Grenoble es una ciudad que hay que pasear por sus agradables zonas peatonales como la rue de Bonne, la Grande-Rue, la rue Jean-Jacques Rousseau y, por supuesto, la histórica place Grenette, donde fue guillotinado en 1827 el personaje real que inspiró a Stendhal el personaje literario de "El rojo y el negro" (1830).

El Museo de Grenoble

Tampoco hay que dejar a un lado el jardín de la villa al que da la casa natal del hijo escritor predilecto de la ciudad para terminar en el Museo de Grenoble, muy próximo al río Isère y sus encantadores puentes antiguos: (la pasarela Saint Laurent (1837), el puente Marius Gontard (1839) y el puente de la Puerta de Francia (1895).

El Museo de Grenoble, creado en 1796, guarda en sus muros una interesante colección de arte antiguo y moderno que permite recorrer, sin parada, la historia de la pintura occidental desde el siglo XIII hasta nuestros días incluyendo obras de primera categoría para cada período.

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