Julia Martín «haciendo llaves saco para vivir decentemente»
Comenzó a dedicarse a la reproducción de llaves de forma casual, cuando el hombre cubano con el que vivía tuvo la oportunidad de hacerse con una máquina. "Me dijo: ‘Juli, ven, que te vas a poner a hacer llaves’. Me dejó al cargo y aquí estoy".
No es una novata, lleva 23 años copiando y repasando perfiles dentados.
Para señalar que la reproducción es suya, las golpea con un clavo que marca las iniciales M. A. V. P., lo único que le queda en común con aquel hombre que la animó a empezar. Julia habla de la separación como un trauma.
"Piensas que te vas a encontrar con un hombre para toda la vida y eso ya no existe. En fin, el clavo es lo único que me quedé cuando nos separamos".
Lucha contra los prejuicios
Las cosas no siempre fueron fáciles para ella. Cuando en los años ochenta puso su puesto en la calle, no estaba bien visto que una mujer hiciera un trabajo de hombres y pasara el día en una acera: "Me llamaban de todo.
"Las mujeres eran más machistas que los hombres, a ellos les hacía gracia, pero ellas me decían cosas muy feas".
Mira el reloj y dice: "El niño debe de estar al llegar".
El niño, de siete años, es Yuhao, el hijo de los chinos del local. Juli lo ayuda a hacer los deberes, van al cine, pasan tardes juntos y en verano van a la piscina. "Me tiene loca, es la alegría de mi vida, lo que siempre he deseado y no tuve: un niño para cuidarlo".