Madrid

Nacho y Berta «parecemos hamsters corriendo en una rueda»

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En la entrada de la cocina, un letrero dice: «La casa es chica pero el corazón es grande».

Así se sienten Nacho Manrique y Berta Rubio en los 30 m2 en los que viven desde hace un año. Tras casi 9 años de novios, estaban deseando tener un sitio. Tener un trabajo, un hogar e hijos parecen aspiraciones lógicas, pero ellos están descubriendo que cada vez es más complicado.

Pagan una hipoteca a 30 años y, aunque ingresan sueldos aceptables, la mayoría de los meses sólo trabaja uno de los dos. Nacho, de mirada despierta y amante de los libros, es orientador laboral, trabaja en ONGs y sindicatos buscando empleo a personas con problemas sociales, pero no tiene contrato fijo. Cada vez que lo aceptan tiene que volver a demostrar que vale, que sabe y quiere hacerlo bien. Le asusta pensar que va a estar obligado a repetir ese ciclo de por vida.

Berta, risueña y tranquila, vivió en casa de sus padres hasta hace un año. Es profesora de física y cubre suplencias en colegios, pero las sustituciones no duran más de 4 meses.

Ahora está en un centro concertado de primaria y secundaria y entra a las 7:30 de la mañana. Se pregunta cuándo va a poder tener hijos: «Empiezas a darte cuenta de que los niños no tienen padres. Hay algunos que trabajan hasta el sábado por la mañana, ¿cuándo ve el crío a su padre entonces? Salimos a las 6.30 de la mañana y no volvemos hasta la noche. Yo no quiero tener un hijo así».

No se consideran desafortunados, pero les asusta la dinámica del mundo. «Parecemos hamsters corriendo en una rueda, vamos muy deprisa pero no sabemos a dónde», dice Nacho. Cuando llegan a su pequeña casa, por mucho que les irrite la falta de espacio, el ritmo es otro, el gato rebusca en la mochila de Berta, la luz de la tarde entra por la única ventana del salón y la cafetera hace el café sin prisa, ajena a lo que ocurre en la calle.

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