Estos sensores miden la temperatura del cielo, de forma que cuando ésta supera los 38,85 grados centígrados consideran que en la zona se está produciendo un incendio.
De esta forma, son capaces de detectar fuegos tan pequeños como las llamas de gas de las instalaciones industriales.
Hasta el momento, unos 200 científicos de todo el mundo han utilizado estos datos para mejorar la prevención y el control de los incendios y, sobre todo, estudiar su efecto en el cambio climático.
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