Parque del Estrecho: seducción entre dos aguas, dos mares

  • Este parque natural es punto de encuentro y convivencia de aves migratorias, cetáceos, surfistas y arqueólogos.
  • El parque ocupa 19.000 hectáreas y atrajo en 2010 a 137.000 visitantes.
  • La cigüeña blanca, el milano real, el águila imperial o el halcón abejero cruzan el Estrecho a lo largo del año.
  • Todo el magacín 'Tierra Viva', página a página (PDF).
La duna de Bolonia, con Baelo Claudia en primer plano.
La duna de Bolonia, con Baelo Claudia en primer plano.
J.M. GRIMALDI
La duna de Bolonia, con Baelo Claudia en primer plano.

Lugar de paso de antiguas civilizaciones y escenario de numerosos hechos históricos acontecidos entre África y el Viejo Continente, este enclave natural se encuentra situado en el punto más meridional de la Península, entre los términos municipales de Algeciras y Tarifa (Cádiz). Sus casi 19.000 hectáreas de extensión recorren más de 60 kilómetros de costa y se adentran una milla mar  adentro, aportando más de 9.000 hectáreas marinas al conjunto del parque.

Declarado Parque Natural en 2003, esta área atrajo el pasado año a más de 137.000 visitantes, seducidos quizá por el encanto de compartir el medio terrestre y el marítimo casi a partes iguales. Su situación geográfica, en plena frontera entre dos hábitats marinos bien diferenciados –Atlántico y Mediterráneo–, concede al entorno una biodiversidad ecológica exclusiva.

En lo que a superficie terrestre se refiere, el parque está sembrado de hermosas playas de finísima arena que conquistan a cuantos turistas se acercan a conocerlas, como la de Los Lances o la de Bolonia, cuya duna fue declarada Monumento Natural en 2001. La flora, que dominada por matorrales, pinos y eucaliptos de repoblación alberga también varias especies endémicas y otras tantas catalogadas como en peligro de extinción, arropa las playas concediendo al visitante unas vistas que difuminan verde, amarillo y azul marítimo en un cuadro de inigualable belleza.

Provincias marítimas

En cuanto al medio marino, en este espacio protegido se encuentran tres provincias marinas diferentes: la Mauritánica, la Lusitana y la Mediterránea. Esto hace que la zona posea una especial singularidad con un alto contenido biológico diverso, y es que en esta pequeña porción marítima se dan cita al menos 1.900 especies marinas distintas, de las cuales algunas han supuesto nuevos hallazgos para la comunidad científica. El descubrimiento de especies de medusas, esponjas, moluscos o crustáceos no ha sido pionero a nivel mundial, pero sí lo ha sido su presencia en Andalucía. Un importante hito, ya que la rareza de ciertas especies y sus peculiares necesidades de conservación hacen muy extraño la posibilidad de encontrarlas fácilmente.

Uno de los grandes atractivos turísticos del parque reside en los continuos flujos migratorios que se producen en la zona, en parte gracias a la convergencia de vientos de Levante y Poniente que pueden alcanzar una velocidad de hasta 125 km/h. Aves como la cigüeña blanca, el milano real, el águila imperial o el halcón abejero recorren anualmente miles de kilómetros en busca de un lugar climatológicamente idóneo para pasar las temporadas más adversas y, tanto los que se desplazan en el eje norte-sur, entre Europa y África, como los que lo hacen en el eje este-oeste, entre el Mediterráneo y el Atlántico, toman como punto de paso indiscutible el Estrecho de Gibraltar.

Para todos los gustos

Los primeros documentos que señalan el interés ornitológico de la zona datan del siglo xiv, pero no fue hasta finales del XIX cuando los naturistas comenzaron a describir los fenómenos migratorios que hacen de este territorio un punto de enorme relevancia. A día de hoy, quienes quieran disfrutar de avistamientos de aves pueden aprovechar la red de observatorios que se distribuye por todo el recinto. Pero también hay especies como las merluzas, atunes rojos y sardinas que canalizan su ruta a través de las 9.000 hectáreas de área marítima protegida para cubrir sus necesidades alimentarias o reproductoras.

La industria del turismo ha sabido aprovechar gratamente este incesante flujo de actividad natural, y por eso son muchas las empresas que organizan avistamientos de diferentes animales. La estrella de la zona son los cetáceos, y es que al menos siete de las nueve especies que se observan regularmente en todo el Mediterráneo se dejan ver por aguas del Estrecho. Delfines, orcas y cachalotes alegran la vista de cuantos navegan esas aguas, aunque dependiendo del mes en el que se haga, podrán verse unas especies u otras. Las excursiones se efectúan en barco, tienen una duración aproximada de dos horas y un 90% de posibilidades de avistamiento.

Para aquellos que elijan ver de cerca los tesoros sumergidos de la zona, también se ofrecen cursos de buceo adaptados a todos los niveles, y quienes quieran aprovechar los recursos naturales al máximo y, en especial, la fuerza del viento, la práctica del kitesurf o windsurf es una opción divertida a la par que sostenible.

Los restos de Baelo Claudia

Y para los que se sientan más seguros pisando tierra firme, el senderismo es otro de los top ten. Caminos, senderos y rutas señalizadas de diferente duración y dificultad recorren el parque atendiendo a los rincones con más encanto y a los que ofrecen panorámicas más vistosas. Desde el faro Camarinal, en la punta más occidental del parque, hasta el mirador Cerro del Tambor, en la parte oriental, el caminante podrá tomar diferentes rutas para dar cuenta exhaustiva de las delicias de la zona.

Por último, no hay que olvidar los restos arquitectónicos clásicos. Abrazada por las dunas de la Ensenada de Bolonia y situada a pie de mar se encuentra, en el municipio de Tarifa, el Conjunto Arqueológico Baelo Claudia, un yacimiento declarado Monumento Histórico Nacional que data del siglo ii a. C., y cuyo origen está íntimamente ligado a las actividades comerciales de la industria pesquera de la civilización romana en el norte de África.

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