Tejer y cantar
Hace siglos, cuando las tribus del Amazonas no sabían tejer, los indígenas se resguardaban de las inclemencias del tiempo cubriéndose con hojas y plantas.
Pero una araña tejedora, llamada Basnempöro, decidió ayudarlos, y para ello se transformó en mujer. Se instaló en una pequeña cabaña donde todo el mundo le llevaba sus ovillos de lana. La mujer-araña se pasaba la jornada teje que te teje, con muy buen humor, y sólo recibía a cambio una ración de insectos fritos al día.
Cierta mañana, una mujer le llevó varios ovillos de hilo y le dijo: «Quiero que me tejas una hamaca, una túnica y una manta que recogeré dentro de tres días. No lo olvides, es muy importante». La mujer-araña accedió, pero tenía tanto trabajo que no pudo tener a tiempo el encargo. La mujer, quisquillosa y exigente, no quiso escuchar las explicaciones de la mujer-araña, y fue por ahí hablando mal de ella. La pobre y desinteresada tejedora se sintió tan humillada que recuperó su originaria forma y se marchó del poblado con un gran disgusto. Pero antes, enseñó su oficio a varios habitantes del poblado, que sí le reconocieron y agradecieron su trabajo. Y desde entonces se teje y desteje lo que haga falta.
No podemos ser exigentes cuando nos ayudan desinteresadamente. ¡Corremos el riesgo de caer en nuestra propia tela de araña!
Próximo viernes: 20/El pleito del panadero