Monte Perdido, el paisaje que surgió de la niebla y el hielo

  • Existen muchas leyendas sobre Monte Perdido y los valles del parque nacional.
  • En el Parque de Ordesa y Monte Perdido las cotas bajas se recorren con rutas marcadas y los más preparados pueden subir a la cima.
  • Alrededor de 600.000 personas visitan cada año la zona de Ordesa.
Torla, asomada desde la altura.
Torla, asomada desde la altura.
José Luis Vega
Torla, asomada desde la altura.

En el norte de Huesca, en la entrada a los Pirineos, existe un lugar con tantas leyendas como encantos, el que rodea al Monte Perdido. De él se dice que surgió de la niebla tras la negativa de un pastor a socorrer a un mendigo. Se cuenta que existe un palacio hechizado en su cima, y también que en él murieron guerreros y traidores. Todas estas historias, sin llegar a contradecirse, hablan de la fascinación que estos áridos picos y verdes valles han despertado entre locales y visitantes durante siglos.

Parte de las 15.000 hectáreas que hoy forman el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido fueron declaradas Reserva de la Biosfera en 1977, y 20 años después llegó el reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio Mundial. Actualmente es también una Zona de Especial Protección para las Aves. Los aficionados a la ornitología acuden a esta zona para avistar principalmente quebrantahuesos que, además de estar protegidos, tienen un plan de recuperación en esta reserva. Pero los que más disfrutan de este lugar son sin duda senderistas y montañeros.

Rutas de montaña y paseos por los valles

El árido macizo del Monte Perdido se alza sobre los verdes valles como el punto de referencia del parque. Su cota máxima es de 3.355 metros, pero está rodeado por varios picos de una altura similar que reciben el nombre de las Tres Sorores. Para subir al Monte Perdido es recomendable contar con un guía, y además será necesario tener cierta resistencia, experiencia en montañismo y material técnico adecuado. Por el camino, además de increíbles paisajes, los excursionistas se encontrarán el lago helado y neveros, incluso en verano.

Aunque el parque está compuesto por cuatro valles, el de Ordesa es el más visitado. Se trata de un escenario grandioso de origen glaciar cincelado por el río Arazas y decorado con cascadas como la de Cola de Caballo. Para tener las mejores vistas del valle, una de las rutas recomendadas es la Senda de los Cazadores, que llega hasta el mirador de Calcilarruego para bordear las cornisas por la Faja de Pelay hasta llegar al Circo de Soaso, desde donde se puede llegar de nuevo a la parte baja.

Dentro de la especial orografía del parque, vale la pena dedicar el tiempo suficiente para conocer otros lugares como el valle de Escuaín, con sus lapiaces y gargantas, o el cañón de Añisclo, que se salvó de convertirse en un pantano a finales de los 70 gracias a la movilización popular.  El circo de Pineta con su gran cascada y la Brecha de Ronaldo, abierta en una alta muralla de roca en lo más profundo del parque, son otros dos clásicos de la zona a los que se accede por Bielsa y Torla, respectivamente.

En el espacio protegido existen 22 rutas para senderistas que van recorriendo todos estos lugares y otros parajes también singulares. Todas ellas se pueden encontrar en la guía del visitante y están bien marcadas sobre el terreno, a excepción de las que alcanzan cotas más altas. Desde el parque se pide a los visitantes que sean prudentes, ya que es una zona en la que el tiempo puede cambiar bruscamente, son habituales las nieblas y el terreno tiene precipicios peligrosos.

Protegido de los excesos del turismo

Se calcula que alrededor de 600.000 personas llegan cada año la reserva, la mayor parte a través del valle de Ordesa. Las autoridades, conscientes de la degradación ambiental que provocaban los coches, decidieron en 1998 poner en marcha un plan de control de accesos. Desde entonces, durante los meses de verano y Semana Santa los visitantes deben dejar sus vehículos en un gran aparcamiento habilitado en Torla y pasar al valle en autobús.

Dentro del parque no se puede llevar perros sueltos, ni ir en bicicleta por sendas restringidas o bañarse. La acampada libre sólo se permite a partir de cierta altitud, pero los visitantes disponen de varios campings en las poblaciones que rodean la reserva. La oferta hotelera en la zona es amplía y en la localidad de Bielsa hay un parador nacional.

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