Anitta Ruiz Consultora de moda | #LAROPAHABLA
OPINIÓN

Lo que me gusta y lo que no del Black Friday

Compremos con cabeza
Compremos con cabeza
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Compremos con cabeza

Estoy orgullosísima de mí. Así lo digo. Aunque no hace falta parar las rotativas, todavía no tengo la capacidad de saludable amor propio que tiene Úrsula Corberó, que por poneros en situación se ha dedicado su último premio a sí misma por su trabajo y valentía. Ole. 

Yo sigo cabalgando en mi síndrome de la impostora pero oye, este año he planificado mis regalos de navidad. Ya tengo muchos comprados y terminaré de hacer las últimas adquisiciones en estos días de Black Friday y Cyber Monday. Así de bajo tengo el límite de satisfacción, no sé si tendría que hacérmelo mirar. En cualquier caso, centrémonos. 

En esta ocasión he sido organizada y he utilizado estos periodos de rebajas para lo que son: para comprar a mejor precio necesidades. Uno de los motivos principales de haber tenido ideas tempranas y preparadas ha sido gracias a Tik Tok e Instagram. Muchos vídeos me han facilitado la vida y descubierto cachivaches que estoy segura de que van a triunfar cuando lo reciban sus destinatarios. Punto positivo para los Influencers, perdón, que ahora hay que llamarlos "creadores de contenido".

Pero hasta aquí la parte buena de esta columna.

 Estoy asustada. Muy asustada. Servidora ha sido capaz de filtrar y aprovechar entre los millones de inputs incitando a la compra que recibimos en las redes sociales. Sobre todo estos días cercanos a momentos programados para el gasto, como el ya más que institucionalizado Black Friday. 

Todavía estoy asimilando los centenares de 'hauls' (vídeos abriendo una caja tras otra) que pululan por la web. Chicas, mayoritariamente, jovencísimas y ultra maquilladas que desempaquetan cosas tan monas como innecesarias. Productos para el orden que estorban más que ayudan, pinceles de maquillaje que no saben para qué sirven ni los profesionales, gomas para el pelo que vienen en cantidades industriales, imitaciones (vale, inspiraciones...). 

Miles de bolsas, bolsitas o bolsones que, por cierto, todas abren haciendo un ruidito con las uñas que me pone de los nervios. La última extravagancia: destripar de golpe y uno tras otro Calendarios de Adviento. Todos los días a la vez (más ruidito con las uñas mientras lo enseñan a cámara). Queridas, que la gracia es la sorpresa, la espera. El misterio continuo durante 24 días. Pues no, ala, todo junto, cual atracón. Cada vídeo un calendario ¡y muchos se los compran ellas mismas! No son acciones de marketing. 

Os prometo que el estrés que me generan es solo comparable a la grima del dichoso ruidito con las uñas imposiblemente largas. Sí, lo voy a repetir varias veces. No lo siento en absoluto. Lo único que siento es no poder decirle a todas las niñas que miran con envidia estos vídeos que la felicidad no consiste en volcar sobre la cama 50 faldas. Que es mejor tener una y unos amigos con planes para que te la puedas poner, aunque repitas modelito, para salir a tomar unas cañas. 

La felicidad no consiste en volcar sobre la cama 50 faldas. Que es mejor tener una y unos amigos con planes para que te la puedas poner, aunque repitas modelito, para salir a tomar unas cañas

Este consumo bulímico me preocupa seriamente. No sólo por el tema de los desechos textiles en los que se convierten estas miles de prendas que como mucho se usan una vez. Probablemente eso sea lo último en lo que pienso. No voy a mentir. Me genera mucha más angustia la situación de millones de adolescentes que han convertido las redes sociales en su fuente principal de información. Esas qué se sientan en su habitación viendo cómo alguien, que podría ser la vecina de arriba, exhibe sin pudor ninguno cosas que morirán en el fondo del armario sin ni siquiera haber podido salir a tener su minuto de gloria. Un día, otro día, y otro. Padres, ¡qué complicado lo tenéis!. No sé cómo lo hacéis. Cómo podemos hacerles entender a esos futuros adultos que la calidad es mejor que la cantidad. Qué 50 pintalabios no generan la felicidad y que puedes tener el armario repleto pero muchas veces eso es sinónimo de tener el alma vacía.

Llenar con cosas para que no haya huecos ni silencio (cli cli cli, uñitas insoportables de nuevo) y así no tengamos que pensar quienes somos, qué queremos. Profundo, pero cierto. ¿Comprar? Sí. ¿Responsablemente? Por favor.

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