Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

Puntadas con mucho hilo

Mercedes Alonso y Rosa Escandell
Rosa Escandell, a la derecha de la imagen.
DA
Mercedes Alonso y Rosa Escandell

Una emprendedora es una consumidora que no se resigna a la insatisfacción y busca el modo de arreglar lo desordenado. La curiosidad pone foco sobre aquello que ella desea mejorar, mientras que las preguntas son las llaves de las puertas que, al principio, parecen cegadas, pero su perseverancia abrirá poco a poco.

Conocí a Rosa Escandell a través de una amiga común, quien advirtió: "Tienes que conocerla, es de las tuyas. Practica el 'pico, pala' de las abuelas a lo grande". Y vaya si expandió el dicho popular.

Rosa era una brillante ejecutiva bancaria cuya vida se bifurcó apenas comprendió que su talento tenía que ponerse al servicio de quienes más dificultades y menos recursos tenían. Hasta ese momento había suscrito acuerdos con grandes firmas, había enriquecido a los más ricos, como dice ella, pero su afán era facilitar otro tipo de emprendimiento, porque para Rosa una persona que se va de un país a otro para realizar una actividad económica, sea del tipo que sea, "no es un inmigrante, sino un emprendedor". Así inició una revolución en su banco: los micro-créditos, hasta que sintió que no era suficiente… entonces decidió abandonarlo todo y se marchó a la India.

Una persona que se va de un país a otro para realizar una actividad económica, sea del tipo que sea, "no es un inmigrante, sino un emprendedor"

En la India aprendió de Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz 2006, que si una persona puede llegar a ti no es el más pobre de los pobres, pero ese negocio o esa venta doméstica que trae consigo no prospera si no se crea junto a él un proyecto completo que contribuya al desarrollo económico y social. Ahí estaba el germen del emprendimiento que ella anhelaba.

De la India se marchó a África y convivió con los masáis. Y de África, nuevamente a España para dar forma, en Alicante, a su sueño.

El itinerario de su propio emprendimiento es fulgurante: en 2005 creo una asociación de cooperación internacional con mujeres masáis en Kenia, cuyas telas y artesanía logran un afán nuevo a muchos kilómetros de allí; poco tiempo después llega una marca de valores, 'Malas Meninas', a través de las prendas que confeccionan las reclusas del centro penitenciario de Villena y en 2011 nace 'A Puntadas', empresa de inserción social para ellas. 

'Malas Meninas'
Un grupo de mujeres reclusas del Centro Penitenciario Alicante II de Villena en el Museo del Prado de Madrid
Malas meninas

Las telas tejidas por mujeres africanas que residen en poblados congelados en el tiempo y quienes se reían estupefactas al descubrir que Rosa había elegido voluntariamente no ser madre, diseñadas y cosidas por reclusas a las que Rosa ofrece la oportunidad de repensar su vida. Manos de mujeres unidas a través de otras mujeres que vestiremos esas prendas para recordar que según donde hayamos nacido, tendremos unas u otras oportunidades.

Manos de mujeres unidas a través de otras mujeres que vestiremos esas prendas para recordar que según donde hayamos nacido, tendremos unas u otras oportunidades

Me parece escuchar a Rosa insistir en que cada experiencia humana debe saldarse en positivo, que siempre podemos enmendar lo errado y que, si no lo hacemos, quizá es porque ignoramos el modo. 'A Puntadas' ofrece a las mujeres en prisión tiempo para ellas, para aprender, formarse, tiempo para valorarse y valorar alternativas, porque en el proceso de construir mejores relaciones de nada sirven los juicios ni la moralina: nadie ha vivido en su piel más que ellas. Tampoco vale menospreciar nuestra posición de cara a contribuir a una mejor sociedad, pues no se trata de hacer cosas extraordinarias, sino de saber que las pequeñas, al sumarse, se vuelven grandes. Si mantenemos entrenada nuestra curiosidad será ella la que averigüe dónde somos útiles, dónde aportamos valor, cuáles son las alianzas que debemos suscribir y qué camino nos enriquece, a nosotras y a los demás.

Seamos como esas mujeres africanas que, aún desde la extrañeza ante una mujer blanca que había rechazado la maternidad, integraron a Rosa como una más de la tribu y sumaron su creatividad al de un puñado de presas a miles de kilómetros de distancia.

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