Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

Las mujeres facturan

Mujeres pintando una casa
Mujeres pintando una casa
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Mujeres pintando una casa

Entre mis propósitos de nuevo año estaba pintar la casa, de modo que, tras las fiestas, llamé a un servicio de pintura a domicilio y días después tres profesionales cruzaban la puerta del mío. Llegaron puntuales, a las 8.30 de la mañana y terminaron la jornada a las 5 de la tarde, después de haber dejado el salón impoluto. Ni un trozo de papel ni una salpicadura sobre el suelo. Nada. Además, habían desempeñado su trabajo con diligencia silenciosa, cosa rara, pues los obreros suelen ser bastante ruidosos y, cuando no vienen con la música puesta, hablan por los codos. Para remate, su tarifa resultó tan ajustada que me pregunté si no habría algún error en su factura. "Una cosa -les dije en la misma puerta cuando salían por ella-, ¿por qué no hay más cómo ustedes?". Como respuesta, las pintoras se encogieron de hombros.

Sé que no debería de extrañarme que las mujeres trabajen en fontanería, electricidad, albañilería o pintura, sin embargo, el porcentaje es aún tan pequeño que concertar un encargo profesional por teléfono y encontrarte que lo presta una mujer, me sorprende gratamente. Aunque en realidad mi asombro no lo causa dicho desempeño, sino la ausencia de vocaciones femeninas en oficios con alta demanda y desahogados salarios, por más que hayan sido trabajos masculinos que no requieran habilidades ni destrezas de las que no disponga una mujer. Es decir, ¿por qué no hay más mujeres como las tres pintoras que realizaron una tarea excelente en casa? ¿Por qué no dan el paso y se convierten en sus propias jefas decidiendo ellas mismas dónde y cuándo trabajan? ¿Por qué no se atreven con oficios muy demandados donde resulta difícil encontrar profesionales disponibles? ¿Por qué determinadas mujeres de escasos recursos no se forman como fontaneras o electricistas en lugar de arrastrar tareas precarias en otros sectores? ¿Será que, al tratarse de oficios que se aprenden, en esencia, a través de la práctica, los hombres que los han desempeñado se resisten a preparar a mujeres en ellos? ¿O son ellas las que se autolimitan?

Las mujeres facturan
Las mujeres facturan
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Las pintoras no solo me dejaron las paredes relucientes, sino un montón de preguntas revoloteando alrededor de ellas, activando la maquinaria de la curiosidad en torno a algo tan elemental como necesario. "Las mujeres facturan" no porque lo diga Shakira, sino porque la economía necesita de nuestras tarifas en todos los sectores. En todos. Facturar implica dilucidar dichas tarifas, negociarlas y cobrarlas; en suma, la autonomía para decidir por cuenta propia. Ser autónoma, además de un régimen de la SS muy puñetero, es tomar decisiones desde la libertad.

El debate sobre la venganza de Shakira, el Twingo y el Rolex, se ha estirado más que un chicle y como tal ha perdido su sabor; en cambio, la frase "las mujeres facturan" debería de quedar como un mantra que robustezca la voluntad de esas mujeres que dirimen las dudas de ser o no sus propias jefas. Y no es que me convierta en adalid del trabajo autónomo, en absoluto, pero sí de la valentía de avanzar para lograr lo que cada una deseemos. Fracaso no es errar, sino no intentarlo.

Ese día, cuando estaba cerrando la puerta, una de las pintoras me confesó: "¿Sabe algo? No entiendo por qué algunas mujeres prefieren seguir limpiando váteres, en lugar de instalarlos".

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