Sonia Fornieles Directora de mujer.es
OPINIÓN

Sobre la meritocracia y el trabajo duro

Mark Zuckerberg, presidente de Meta
Mark Zuckerberg, presidente de Meta
Europa Press
Mark Zuckerberg, presidente de Meta

Mi compañera Paloma Abad hace poco en su newsletter (Pretty in, pretty out) escribió una de las mejores reflexiones que he leído últimamente: "La meritocracia no existe". Al fin alguien lo dijo en voz alta durante el prime time de Amazon. Por fin toda la muchachada aspirante a influencer y consumidora voraz de programas de telerrealidad escuchó una verdad que el capitalismo intenta esconder: tu éxito no depende únicamente de tu esfuerzo (...)  Hay psicólogos que cobran cientos y cientos de euros por decirte esto en su consulta y ayudarte a que salgas con algo menos de frustración por no comerte el mundo con la seguridad y el aplomo que proyectas en tus redes.

A pesar de que esto es una verdad como un puño, he necesitado leerla y más o menos 30 años para asimilarlo. Que la meritocracia son los padres y que tener un buen padrino o estar en el momento justo en el sitio ideal es determinante para inclinar la historia hacia uno u otro lado debería ser materia de estudio obligatoria en cualquier libro de texto de primaria (sí, cuanto antes mejor).

A veces no lo reconocemos, cuando le ocurre a terceras personas, por miedo a parecer 'envidiosas/os'. Así pues creemos que alguien tiene una flor justo donde estás pensando pero no lo decimos en voz alta (solo en círculos íntimos). Sin embargo, de nosotros mismos sí que podemos afirmar sin pudor ante un ascenso laboral o un buen cambio de trabajo: "Ya, es que tuve mucha suerte" o "Le debo mucho a fulanito que dio buenas referencias de mí".  Y luego está el caso opuesto, y mis preferidos/as, aquellas personas que dicen de sí mismas: "A mí nadie me ha regalado nada". Hombre, pues depende.

Volviendo a la meritocracia y a la justa recompensa a un trabajo duro, el caso es que por mucho que te esfuerces, por mucho que tu trabajo sea brillante, por mucho que merezcas todos los éxitos del mundo, el contexto influye. Tu círculo, dónde has estudiado, con quién te mueves, quiénes son tus padres...

Por mucho que te esfuerces, por mucho que tu trabajo sea brillante, por mucho que merezcas todos los éxitos del mundo, el contexto influye. Tu círculo, dónde has estudiado, con quién te mueves, quiénes son tus padres...

Claro que hay historias de hombres y mujeres de éxito hechos a sí mismos pero... rasquemos un poquito. No sé, pensemos en Mark Zuckerberg y los humildes orígenes de Facebook. Ah no, no vale. Era hijo de reputados doctores (psiquiatra y dentista), estudio en Harvard y su padre contrató al mejor desarrollador de software del momento como tutor privado de Mark. Además, Zuckerberg realizó un curso de postgrado en la en Mercy College (me pierdo calculando lo que cuesta ese curso) cuando aún estaba en la escuela secundaria.

Manolo Santana, por ejemplo, un caso bonito y cercano. Era recogepelotas en un club de tenis. Manolo era hijo de un matrimonio muy pobre, su padre fue a la cárcel, su madre apenas tenía para mantenerlo a él y a sus tres hermanas.  En este caso, Santana tuvo la grandísima suerte de ser acogido por un adinerado (y generoso) matrimonio. Así, en el seno de la familia Romero Girón, ligada al mundo del tenis, se inició en el tenis con diez años trabajando como recogepelotas y posteriormente se formó en este deporte.

Con esto no le quito mérito ni a uno ni a otro pero estoy segura de que si Mark no hubiera estudiado en las mejores universidades del país y Manolo no hubiera tenido unos maravillosos padres de acogida la historia habría sido bien distinta.

Pueden no estar de acuerdo, seguro que conocen el caso de éxito de personas a las que nadie les ha regalado nada. ¿Seguro?

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