El amor es más fuerte que las bombas

Entre dos películas tan próximas, tan intercambiables, como Mil veces buenas noches y El amor es más fuerte que las bombas, resulta inevitable proponer analogías, marcar diferencias. Amén de la nacionalidad compartida, del modelo productivo, de los usos narrativos y de puesta en escena, lo más relevante, considero, es el tránsito que nos conduce de la apasionada Rebecca en la película de Poppe a la descreída Isabella Reed en la de Joachim Trier. Respectivamente interpretadas por Juliette Binoche e Isabelle Huppert, ambas dejan una brecha emocional a sus espaldas, si bien en la película que nos ocupa esta herida se materializa a través del recuerdo, de los flashbacks.

En El amor es más fuerte que las bombas el dolor por la madre ausente se reparte entre tres personajes del entorno familiar: el profesor de instituto viudo (Gabriel Byrne), su hijo adolescente, insoportable a todas luces, y el hermano mayor de este (Jesse Eisenberg), quien regresa al hogar familiar para preparar una exposición póstuma del trabajo de su madre. Dicho personaje funciona como punto de ancla emocional y dramático, pues su intervención es la que desbloquea la relación paterno filial, y también la que desvela, a la antonioniana manera, los secretos de una profesión, la del reporterismo en zonas de conflicto, tan peligrosa como desconsolada, al menos si nos atenemos a lo que cuenta este tipo de cine nórdico.