El Hierro, una isla sostenible en el antiguo fin del mundo

Quedan pocos enclaves que conserven el valioso atractivo de ser un lugar que muy pocos conocen. La isla de El Hierro, la más pequeña y suroccidental de las Canarias, es uno de ellos. El extraño privilegio de haber sido relegada a un segundo plano en la promoción turística del archipiélago ha sido determinante para que esta isla conserve toda su riqueza natural y pueda probar fórmulas de autoabastecimiento energético cuando en otras zonas la población visitante dobla a la local.

En el año 1997 se aprobó el Plan de Desarrollo Sostenible en El Hierro y, tres años más tarde, la isla fue declarada Reserva Mundial de la Biosfera por la UNESCO. Esto ha ayudado a conservar sus fondos marinos hasta el punto de ser la única isla del archipiélago que ha superado el último examen sobre estado del litoral de Greenpeace. Actualmente, se fomenta el turismo de calidad, y la masificación se previene con una oferta hotelera de apenas 1.500 camas y un solo camping, el de la Hoya del Morcillo. Con tres municipios y poco más de 10.000 habitantes, la isla está acostumbrada a recibir turistas alemanes en invierno y canarios en verano.

Foco de turismo rural y deportivo

Quienes eligen este destino de turismo rural buscan contacto con la naturaleza y la oferta de actividades se ha adecuado a esta demanda. El parapente en el Valle del Golfo, donde se alcanzan hasta 1.200 metros de altura, o el submarinismo en La Frontera y en La Restinga son algunas de las apuestas deportivas. Hay gran cantidad de centros de buceo en la isla, ya que los fondos marinos de El Hierro se consideran de los mejores del planeta.

Sin embargo, podemos encontrar más atractivos por encima del nivel del mar. Las costas de El Hierro, sin ir más lejos, son rocosas y con relieves variados, con acantilados de hasta 1000 metros en El Pinar y piscinas naturales en La Frontera. Los paisajes interiores se dividen entre las formaciones volcánicas del sur y el oeste, los pinares y laurisilvas del centro, y las fértiles tierras del valle de El Golfo en el noroeste. El restaurante Mirador de la Peña, obra de César Manrique, ofrece unas magníficas vistas de esta última zona, de viñedos y plantaciones.

Para recorrer la isla caminando, el Cabildo de El Hierro ha recuperado sus rutas tradicionales convirtiéndolas en una red de senderos conforme a las normas internacionales. La última inaugurada ha sido la Ruta del Agua, este mismo mes de noviembre, para conmemorar el cuarto centenario del derrumbe del Árbol Garoé.

El Hierro y el agua

El Árbol Garoé, tirado en 1610 por el viento, era un enorme tilo que recogía agua con sus hojas cuando los alisios traían bruma a la isla. Para los herreños es una leyenda sagrada porque simboliza su eterna lucha por conseguir un suministro constante de agua, dada la inexistencia de manantiales que no dependan de las lluvias en la isla. Los visitantes pueden conocer esta parte de la historia local en el centro de interpretación del Árbol Garoé, situado en Los Lomos, cerca de donde estaba el árbol original.

El nombre de Garoé es una herencia del pueblo Bimbache, que ocupó El Hierro antes de la llegada de los francocastellanos a principios del siglo XV. Este pueblo, de origen africano, desapareció en las siguientes décadas pero dejó tras de sí huellas de su paso. Las más importantes están en el conjunto arqueológico de El Julan, en el municipio de El Pinar, que cuenta con numerosos petroglifos que aún no han sido descifrados. Desde 2008 el yacimiento tiene un centro de interpretación abierto al público.