[Crónica Cannes 2012] Nos estamos volviendo locos

Seguimos esperando. La paciencia para soportar las colas, el viento, la lluvia, la inmensa masa de periodistas y demás cotillas del Festival se ha transformado en convencimiento de que mañana Cronenberg y su Cosmópolis o el sábado Jeff Nichols y su Mud sean la gran sorpresa de Cannes. Mientras seguimos esperando esa película redonda que todos esperamos salga de este certamen, tal y como pasó el año pasado. Seguimos esperando al borde de la locura y divididos antes las últimas proyecciones de Sección Oficial. Imposible adivinar ganadora. A mí se me acaba el tiempo en este paraíso cinéfilo y aún no me voy sin clara ganadora. Sin haber visto aún Cosmopólis ni In the Fog, mi favorita ahora mismo sería Amour, de Haneke. Y no sólo mía, el austriaco parece que es el único que consigue bastante unanimidad y que no ha abierto brechas gigantes entre la crítica como pasó ayer con la locura surrealista de Leos Carax, Holy Motors.

Un hombre (ese Denis Lavant, cuyo físico ya provoca cierto rechazo) viaja en una limusina y su trabajo consiste en ir transformándose en varios hombres: asesino, cibermonstruo, padre de familia, moribundo… Eso es Holy Motors. Del amanecer a la medianoche se va convirtiendo en cada uno de ellos, y cada vez representa un teatrillo a cual más perturbado, esquizofrénico, violento, sexual… Una pareja en trajes de látex con luces haciendo el amor (la escena más bonita de la película), hasta convertirse en unos dibujos siniestros de enormes miembros; una modelo pétrea sometida (vaya papelón le ha dejado a la pobre Eva Mendes); una escena romántica musical protagonizada por Kylie Minogue… todo esto y hasta coches parlantes tienen un resultado final tan idiota como genial o tan genial como idiota. Ése es el problema, es difícil separar la pretensión absurda del discurso real. Si es que había una cosa o la otra. Según Carax sólo quería rodar, por fin, y lo hizo mezclando todas las ideas que tenía en la cabeza. Y se debe de haber quedado sin ninguna…

Aún así, Holy Motors es una película que tenía que verse en Cannes, que debía estrenarse aquí para subir el nivel convencional de algunas de las películas proyectadas en la Sección Oficial, como las dos supuestamente importantes de ayer y hoy (las grandes en Cannes, son las que se proyectan a las 8.30 de la mañana): On the Road, de Walter Salles y The Paperboy, de Lee Daniels. Dos películas sobre las que había ciertas expectativas: adaptaciones de dos novelas conocidas (sobre todo On the Road, por supuesto), repartos de caras conocidas, producciones norteamericanas (aunque On the Road también tiene parte francesa), con directores con películas anteriores de cierto éxito (Precious, de Daniels; Diarios de motocicleta, Salles) y las dos una gran decepción.

Tantos años esperando una adaptación del libro generacional En el camino, de Jack Kerouac quizá nos han jugado una mala pasada, incluido a Walter Salles que llevaba más de ocho años intentando sacar adelante el proyecto. Quizá por eso tiró para adelante con algo que no es lo que esperábamos, tiró por el camino fácil, el frío, el que no te cuenta nada y es incapaz de transmitir el ambiente de la novela. Carretera, fiesta, carretera, fiesta. Y en esos coches y en esas fiestas, un reparto sin carisma (ni Sam Riley, ni Kristen Stewart, ni Kirsten Dunst…), del que quizá sólo se salve Garrett Hedlund, un Dean Moriarty en el que seguiremos pensando.

Como será imposible olvidar a la Barbie Carmen Lomana en la que se ha transformado Nicole Kidman para The Paperboy. Su exceso de bótox ayuda mucho en esta interpretación de una devora hombres, hipercursi y sesentera que se empeña en sacar de la cárcel al último preso con el que se cartea, un desquiciado y sudoroso John Cusack. Para demostrar su inocencia a Kidman le ayudará Matthew McConaughey (quien en comparación con el resto del reparto, olé) y su hermano, un Zac Efron siempre, pero siempre en calzoncillos para disfrute de sus fans. Thriller, viaje iniciático, la lucha de los derechos civiles de la población negra… todo en un ambiente y un estilo pretencioso que va constatemente de la ensoñación, a la pringosidad exagerada del calor del Florida, sin ninguna intención clara.

Claro que la que de verdad no tiene ni pies ni cabeza (esto último, literal) es Post Tenebras Lux del mexicano Carlos Reygadas que anoche recibió el abucheo más sonoro que hasta ahora he vivido en los pases de Cannes. No es fácil hilar un demonio rojo de animación con las emocionantes imágenes de unos niños jugando en su casa idílica con su padre violento, adicto al sexo… no es fácil pasar del surrealimo más puro al hiperrealismo más auténtico. Y Reygadas, que opta a su tercera Palma de Oro con esta película, no lo ha conseguido.

Mejores resultados (y mucho más aplausos) recibió Jaime Rosales con Sueño y silencio, su nueva película que ha presentado en la Quincena de Realizadores. Rodada en blanco y negro, en una sola toma y sin diálogos previos (todo improvisado), es la historia de cómo una familia se sobrepone a la muerte de una hija, cómo se sobrepone al dolor, metiéndonos en él desde los lados del plano, a lo lejos. De lo mejor visto estos últimos días en Cannes, bastante mejor que la mayoría de Sección Oficial.

Y ahora… Cronenberg en tus manos nos ponemos. Eres nuestra penúltima esperanza. Nos preocupa Pattinson, y ver los resultados post-sagas adolescentes de Kristen Stewart en On the Road o Zac Efron en The Paperboy, no ha ayudado.

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