Voy a contarte algo que he aprendido de mis amigos gays. Ellos conocen mejor que nadie el cuerpo de los hombres y además se pasan la vida investigando en su propio cuerpo sin pudor ninguno. Por eso saben muchas cosas.
Si tienes algún amigo gay invítale a comer o a ir de compras y
tírale de la lengua: te suministrará informaciones de valor incalculable y, cuando tu chico te pregunte aquello de “¿quién te ha enseñado a hacer esto?”, siempre puedes dar el nombre de tu fuente sin que se ponga celoso.
Para empezar recuerda lo del lubricante y
tenlo a mano. Ahora ponéos los dos cómodos: él sentado en una silla, no vale un sillón; tú en un cojín grande y mullido sobre el suelo. Tu cara situada ya sabes dónde.
Sujétale el pene con la mano con el pulgar hacia abajo.
Rodea el tallo con los dedos y desliza la mano hacia arriba girándola lentamente hasta el final, luego suelta el tallo y deja que la palma de la mano se deslice sobre la punta del pene.
Repite el ejercicio en sentido contrario, continúa haciendo estos movimientos todo el tiempo que tu chico pueda soportar, el truco es que tu piel
nunca deje de estar en contacto con la suya de manera que al final pierda la noción de donde empieza su pene y dónde acaba tu mano.
No es un ejercicio fácil, por ello te recomiendo que
practiques con algo como una zanahoria si no tienes un consolador del tamaño del pene de tu chico en casa.
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