Sex Tape: Algo pasa en la nube

En el principio, Hollywood vio que las parejas de mediana edad (o de viejóvenes atados al curro, la familia y la hipoteca) se aburrían. Y Hollywood vio que aquello podía dar grandes resultados en la taquilla. “¿Cómo le sacamos punta a esta premisa?”, se preguntaron los ángeles del márketing, y la respuesta llegó, mira tú, de Woody Allen, según cuya sabiduría “El sexo sólo es sucio cuando se hace bien”. Súmese a esto el hecho indiscutible de que internet es una cosa que sirve para ver porno, y se tendrán los ejes de Sex Tape. Filme que, sin ser más que una versión 2.0 de aquella Noche loca que se corrieron Tina Fey y Steve Carell, presenta dos atractivos muy sugerentes. Y rubios, además.

El primer atractivo es Cameron Diaz: el desdén de las majors ante la capacidad de esta mujer para la guasa destrozona debería figurar en el Código Penal, máxime constatando lo bien que ella y Jake Kasdan(Bad Teacher) se las apañan para revitalizar chistes viejos a base de descaro. Segunda baza de Sex Tape:ese Rob Lowe sometido a una ordalía típica (ex estrella obligada a hacer el ganso) que triunfa sacándole partido a su propia leyenda negra. ¿Hay que aparecer retratado en cuadros inenarrables? Pues venga, adelante. ¿Hay que esnifar quintales de boliviana para que el espectador se regodee en el guiño sórdido? Ningún problema, porque Cameron es buena compañía en dichos menesteres: sólo hay que observar su forma de acariciarse el pelo. Así, pese a un Jason Segel tirando a soso (en ocasiones, se nos aparece como un secundario en su propia historia) y a un tramo final alargado cual chicle (el cameo de Jack Blackno basta para compensarlo, lo sentimos), Sex Tape ofrece lo que promete: una comedia de peso ligero, zafia y con un puntín hipócrita, perfecta para acompañar a base de chistes el aire acondicionado del cine.