Miau

Desde su título, descarada y cachonda declaración de intenciones, la segunda película de Ignacio Estaregui (Justi&Cia) funciona, más allá de la onomatopeya gatuna, como una atrevida interjección. Expresión de un estado de ánimo, grito de protesta de un grupo de jóvenes carrozas, en los albores de la jubilación que ponen Zaragoza patas arriba para salir de pobres pero sobre todo para sentir que están vivos, Miau, más poética que galdosiana, cae simpática por su falta de complejos. También logra empatizar por esa pareja mañogalaica genial que forman Gil y Manquiña, respaldada por los Gavasa, De Luna, Ruiz y cía, aunque termina por ahogarse como una voz al aire: deslavazada y plagada de flecos sin recortar, la película, de decente factura, quiere contar demasiadas cosas y se pierde por las ramas de un guion que adapta libremente una novela de J. L. Saldaña.