Así es el mercadillo ilegal de Atocha en el Reina Sofía

Una chancla (una sola), siete cuchillos, varias monedas predemocráticas, un trozo de algo al lado de una funda rajada de un disco de Parchís y un compás. Es difícil saber quién extendió el primer mantel para arrojar sobre él un montoncillo desordenado de bagatelas a las puertas del Reina Sofía. Tanto, como determinar con precisión quién le siguió, qué tal les fue y por qué decidieron volver el viernes siguiente al mismo sitio. Pero de eso se tratan las costumbres. Desde hace cierto tiempo (digamos, más de un año), un reguero de ambulantes venden al mejor postor su mercancía ante el edificio Nouvel en un peregreinar que se va desplazando durante el día según aprieta la policía: de la Ronda de Atocha a Santa María de la Cabeza y de Santa María de la Cabeza al Paseo de las Delicias justo hasta que la conciencia colectiva que a veces parece que dirige este mercadillo decide que hay que echar el cierre. Que hasta otro día. Es el rastro de los viernes.