Carlos Totorika: "Queríamos que la violencia de ETA fuera cosa del pasado pero existe el riesgo de perder la memoria"

El 10 de julio de 1997 el teléfono sonó en el Ayuntamiento de Ermua. Al otro lado, el delegado del Gobierno, Enrique Villar, le daba al alcalde la peor de las noticias: ETA había secuestrado a un concejal de esa localidad vizcaína y amenazaba con asesinarlo en 48 horas si el Ejecutivo de José María Aznar no acercaba a los presos de la banda a cárceles del País Vasco. En ese momento arrancaban dos días frenéticos que acabaron con el peor de los desenlaces. 

Aquel alcalde era el socialista Carlos Totorika y el concejal, el popular Miguel Ángel Blanco. El atentado contra un joven de 29 años, humilde y anónimo, indignó de tal manera a un pueblo que el espíritu de Ermua se instauró como símbolo de repulsa contra el terrorismo. Veinticinco años después, Totorika se sigue emocionando en más de una ocasión cuando ve las imágenes que se sucedieron en aquellos días y recuerda "el volcán que tenía bajo los pies". "Aquello forma parte del patrimonio personal y el bagaje de quienes lo vivimos", afirma en una entrevista con 20minutos, en la que habla del pasado, pero también del presente y del futuro.