A Fiona D’Arcy le propusieron matrimonio en un cráter en Hawái, se ha perdido entre las nubes de un volcán en Islandia y ha escapado de la erupción de otro en Costa Rica junto a sus compañeros vulcanólogos. En total, ha visitado 34 volcanes y, aunque sea una experiencia emocionante, se corre mucho riesgo en las exploraciones.
I'm Fiona and #ImAnEarthScientist. I study volcanoes and gases. Today I spent time crushing rocks in the lab, picking minerals under a microscope, drawing circuitry for a gas sampling drone payload I built, and writing about my data.#WomenInSTEM #WomenInScience #ThisWomanDoes pic.twitter.com/nAuGeDqLhY
— Fiona D'Arcy (@Fiery_Fiona) February 11, 2020
"Todo el tiempo somos conscientes de que necesitamos obtener nuestros datos y salir porque cualquier cosa podría pasar", señala D’Arcy, que está especializándose en geoquímica volcánica, en la Universidad McGill. La muerte es una posibilidad que se tiene muy en cuenta en la profesión. Algunos de los casos más sonados fueron los de los tres investigadores que murieron en 1991 en el Monte Unzen (Japón) y los seis expertos que tuvieron un destino fatal en la erupción de Galeras de 1993.
Para mitigar los riesgos a los que se exponen los vulcanólogos, D’Arcy se pregunta si un dron manejado por control remoto permitiría recoger muestras de forma efectiva. Un estudio realizado por ella y su equipo y publicado en el Journal of Vulcanology and Geothermal Research ha intentado demostrar si vehículos aéreos no tripulados podrían ser una solución.
Una de las conclusiones a las que han llegado con el estudio es que los drones atmosféricos son capaces de realizar mediciones rápidas y confiables de las expulsiones de dióxido de carbono. En las pruebas que realizaron en el volcán Poás (Costa Rica), los investigadores perdieron tres drones, pero es mejor usar drones que la muerte de personas.
Los ensayos se llevaron a cabo en 2019, dos años después de que Poás entrase en erupción. Para comprobar que los datos eran certeros, los investigadores tuvieron que entrar en el cráter y medir manualmente el CO₂. Al comparar los resultados, se dieron cuenta de que los datos eran bastante similares: "Será mucho más fácil cuando esta sea la norma. Podemos simplemente tomar estas muestras sin que todos entren y corran riesgos".
Day 3 of my #7DaysOfFieldwork! At Masaya volcano, Nicaragua, we measured gases emanating from the awesome lava lake! Even with the splinters of pele's hair in our boots, drone confiscations at the border, and allergic reactions to bug bites, it was an awesome time in the field! pic.twitter.com/Zhm3y3dy3x
— Fiona D'Arcy (@Fiery_Fiona) February 8, 2020
Los drones utilizados imitaban la forma en la que los científicos recopilan las muestras manualmente. Solo presionando un botón, abrían una bomba de gas y alimentaban una válvula unidireccional en una pequeña bolsa de muestreo. Al salir del cráter, el equipo de D’Arcy conectaba la bolsa a un espectrómetro de anillo descendente de cavidad para medir las concentraciones de CO₂.
Aunque los drones no evitarían que los vulcanólogos descendiesen por los cráteres para otro tipo de exploraciones, la tecnología podría ayudar a que no tuviesen que hacerlo tan a menudo y se redujese la mortalidad en la profesión.
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