Así nos cambiaría la vida si tuviésemos un sexto dedo robótico

Los participantes tuvieron 5 días para adaptarse y aprender a usar sus nuevos pulgares.
Los participantes tuvieron 5 días para adaptarse y aprender a usar sus nuevos pulgares.
Danielle Clode
Los participantes tuvieron 5 días para adaptarse y aprender a usar sus nuevos pulgares.

Las herramientas mejoran la funcionalidad de nuestras manos, pero ¿qué sucedería si extendiéramos nuestras manos reales? Imaginad la cantidad de puertas que se nos abrirían: llevar la compra más fácilmente, poder coger más objetos a la vez, agilizar las tareas cotidianas...

Probablemente sería capaz de escribir este artículo mucho más rápido si tuviese un par de pulgares robóticos. Por suerte o por desgracia, no es algo que sea posible para mí, pero si para los 36 participantes de un estudio realizado por el Instituto de Ciencia Neurocognitiva de la Universidad de Londres. 

Este estudio, publicado el pasado miércoles en la revista ScienceRobotics fue diseñado por el coautor y técnico de investigación senior Danielle Clode y muestra que el hecho de que podamos aumentar nuestros cuerpos con tecnología no significa necesariamente que debamos hacerlo, al menos no sin descubrir primero cómo afecta a nuestro cerebro. 

Las personas que formaron parte del ensayo tuvieron que equiparse con un pulgar robótico adicional durante varios días, al que coloquialmente llamaron 'el tercer pulgar'. Los investigadores descubrieron que incluso los pequeños aumentos pueden tener un gran impacto en la forma en que nuestros cerebros reconocen nuestros propios cuerpos, incluida la reducción de ese reconocimiento por completo.

El objetivo era comprobar cómo afecta esta extensión artificial en el ser humano.
El objetivo era comprobar cómo esta extensión artificial puede afectar en el ser humano.
Danielle Clode

¿Puede el cerebro humano soportar una parte extra del cuerpo?

Una vez que el equipo de investigación colocó los pulgares en los participantes, tuvieron cinco días para adaptarse y aprender a usar sus nuevos pulgares. Este pulgar robótico se diferencia de otros dispositivos de aumento experimentales porque es inalámbrico (funciona con los dedos de los pies del usuario en lugar de una interfaz cerebro-computadora) y, por lo tanto, también pudieron adaptarse en sus casas cómodamente. 

Sorprendentemente, los participantes dominaron sus nuevos pulgares muy rápidamente y mostraron mejoras significativas en todos los ámbitos en todas sus tareas motoras. Pero estas mejoras parecen venir con una preocupante compensación neuronal.

Había personas que estaban empezando a formar un vínculo con la nueva extremidad. Algunos necesitaron un tiempo para despedirse de ella y sentían como si hubiesen perdido algo.

Cuando el equipo colocó a los participantes en una resonancia magnética funcional (sin pulgar) para ver cómo sus cerebros podrían haber cambiado como resultado de la experiencia, notaron una “contracción” distintiva en la forma en que los participantes representaban y entendían mentalmente su propia mano. 

Hacia el final del experimento algunos participantes reportaron que sentían que el nuevo dedo estaba comenzando a formar parte de su cuerpo.

En este video que recoge el artículo de Inverse se puede ver cómo los participantes hacían las tareas cotidianas con un sexto dedo e iban adaptándose. 

Vídeo de las tareas que realizaron los participantes durante su adaptación

El uso de extensiones robóticas en el futuro

Esta prueba es un mensaje importante para cualquiera interesado en un sistema para aumentar la movilidad humana de manera segura y efectiva. Ahora sabemos que las prótesis de este tipo modifican el cerebro y esos cambios deben entenderse antes de que una tecnología así se generalice. Este estudio no dice cómo los aumentos más grandes en el cuerpo humano mediante la robótica podrían afectar nuestro cerebro, pero por ahora, el equipo de investigación está buscando mejorar el uso y estudio del pulgar. En el futuro, será especialmente importante considerar cómo estas tecnologías podrían afectar a las personas cuyos cerebros no están completamente grabados en piedra, como los niños y adolescentes.

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