Qué es la disbiosis intestinal y cómo influye en las intolerancias alimenticias

  • La disbiosis es la alteración del equilibrio de la microbiota intestinal, que puede favorecer la malabsorción de algunos alimentos.
En el futuro las dietas se prescribirán en función de la microbiota.
Los desequilibrios en la microbiota favorecen la aparición de intolerancias alimentarias.
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En el futuro las dietas se prescribirán en función de la microbiota.
Los desequilibrios en la microbiota favorecen la aparición de intolerancias alimentarias.
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Cada vez conocemos más acerca de la microbiota intestinal, de sus funciones y de cómo los desequilibrios se producen en ella afectan a nuestra salud. Una de las consecuencias más inmediatas para la salud son las molestias digestivas desde las más banales, como digestiones pesadas o gases, hasta otras más graves como las intolerancias a ciertos alimentos o permeabilidad intestinal. La Doctora Elena Arregui López, vocal y miembro del grupo de trabajo de nutrición de SEMDOR (Sociedad Española Multidisciplinar del Dolor), nos cuenta cómo influyen los desequilibrios de esta microbiota en el desarrollo de intolerancias alimentarias.

Disbiosis e intolerancias: una relación recíproca

La sensibilidad a los alimentos o las intolerancias se relacionan de manera muy directa con la microbiota y la permeabilidad intestinal. De hecho, el intestino es una pieza clave del sistema inmunitario, ya que en él tienen lugar el 80% de las reacciones inmunitarias. Una disbiosis provocará, por tanto, alteraciones en el sistema inmune. Veamos por qué.

Hablamos de disbiosis intestinal cuando se produce un desequilibrio en la microbiota presente en el aparato digestivo, “el tubo digestivo alberga multitud de microorganismos, en especial bacterias. Éstas serán las encargadas de lograr una buena absorción de nutrientes, ejercer una función de barrera protectora contra patógenos y tienen una función clave en el sistema inmunitario”, aclara Elena Arregui. Cuando esta microbiota se altera puede producirse permeabilidad intestinal, es decir, que la barrera del intestino -las mucosas que lo recubren- dejan de funcionar correctamente y llegan al torrente sanguíneo sustancias que no deberían, como “alimentos no digeridos, toxinas y bacterias…”. La presencia de estas sustancias en la sangre provoca una respuesta inmunitaria con la producción de anticuerpos IgG, inflamación, reacciones alérgicas, migrañas, síndrome del intestino irritable, eczema, fatiga crónica, alergias alimentarias, artritis reumatoide, etc. Además, es un círculo vicioso, pues “inflamación crónica a su vez produce alteraciones en la microbiota”.

Por otro lado, una mucosa dañada, también puede impedir que se absorban algunos nutrientes en el intestino delgado. Los nutrientes que no se han absorbido, llegan al intestino grueso, donde interactúan con la microbiota y producen los síntomas propios de las malabsorciones e intolerancias, a la vez que alteran, de nuevo, el equilibrio de la microbiota. Es una relación bidireccional, es decir, que las intolerancias alimentarias y las disbiosis se retroalimentan.

En cuanto a las causas de la disbiosis, aunque es multifactorial, la mayoría tienen que ver con el estilo de vida actual, “el estrés, el sedentarismo y la alimentación basada en productos procesados y pobres en fibra, son los factores más importantes para producir y perpetuar la disbiosis”. También puede estar provocado por la enfermedad celiaca, infecciones o algunos medicamentos.

Efectos a corto y a largo plazo

Cuando existe una disbiosis y esta produce que no se absorban determinadas sustancias, -como la fructosa, la lactosa…- estas sustancias no absorbidas en el intestino delgado llegan al intestino grueso, donde, como comentábamos, interactúan con la microbiota presente en esta parte del intestino. Se descomponen, fermentan… y provocan síntomas como “digestiones pesadas, dolor abdominal, flatulencias, malestar, se altera el ritmo intestinal… síntomas que puede llegar a tener una gran implicación en la calidad de vida de quienes los sufren. Además, con menor frecuencia, puede producir cefaleas, astenia, alteraciones dermatológicas (acné, eccemas, irritación…), alergias alimentarias o ansiedad”, asegura la Doctora Elena Arregui López. 

A largo plazo, la disbiosis puede provocar consecuencias aún más graves, pues “genera un sistema inmune más débil. No se producen los ácidos grasos de cadena corta necesarios para prevenir patologías crónicas como el cáncer colorrectal, enfermedad de Crohn, diabetes o la celiaquía”.

¿Se pueden tratar las disbiosis y las intolerancias provocadas por esta?

Para tratar la disbiosis y las intolerancias alimentarias, debemos ponernos en manos de profesionales, que nos recomendarán evitar los alimentos que nos produzcan anticuerpos IgG positivos, al menos hasta que se restaure una correcta permeabilidad intestinal. También es probable que se recomiende tomar determinados probióticos que ayuden a reequilibrar la microbiota. Además, con toda probabilidad, deberemos mejorar nuestro estilo de vida y nuestra alimentación, “hay que evitar o limitar los alimentos procesados, los azúcares simples o proteínas de origen animal. Tenemos que añadir a nuestra dieta alimentos antioxidantes como la fruta y verdura, ricas en fibra. Las grasas deben ser mono y poliinsaturadas, como el aceite de oliva virgen extra, las nueces o el aguacate. En general, sencillo en nuestro país, ya que es la base de a dieta Mediterránea”, recomienda Arregui. También es recomendable “llevar una vida activa realizando actividad física frecuente y mantener las relaciones sociales al aire libre, así, evitaremos el sedentarismo y el estrés”, añade. 

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