¿Qué es la fiebre tifoidea? Estos son sus síntomas, sus causas y sus consecuencias

Mary Mallon, apodada María Tifoidea, fue una portadora asintomática, famosa por negarse a dejar de trabajar como cocinera pese a que a su alrededor se infectaron y murieron numerosas personas.
Mary Mallon, apodada María Tifoidea, fue una portadora asintomática, famosa por negarse a dejar de trabajar como cocinera pese a que a su alrededor se infectaron y murieron numerosas personas.
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Mary Mallon, apodada María Tifoidea, fue una portadora asintomática, famosa por negarse a dejar de trabajar como cocinera pese a que a su alrededor se infectaron y murieron numerosas personas.

La fiebre tifoidea es una de esas enfermedades que, en occidente, antaño fueron comunes pero, afortunadamente, en la actualidad prácticamente han desaparecido. Con todo, sigue siendo un problema grave en muchos países en vías de desarrollo que daña especialmente a los niños.

¿Qué es la fiebre tifoidea y cuales son sus causas?

La fiebre tifoidea es el cuadro que produce la infección por la bacteria Salmonella typhi. Se conoce también como fiebre entérica, pero hay que remarcar que se trata de una enfermedad distinta al célebre tifus, provocado por bacterias del género Rickettsia.

Es una enfermedad digestiva, que se contrae principalmente por la vía fecal-oral o por la ingesta de agua o alimentos contaminados, a veces por el contacto con moscas (que la transmiten de una fuente a otra en ambientes poco higiénicos).

¿Cuáles son sus síntomas?

Los principales síntomas de la fiebre tifoidea son la diarrea, la gastroenteritis, sudoración profusa, fiebre alta constante (en torno a los 40º) y, en casos más raros, un tipo característico de sarpullido.

Esta sintomatología va apareciendo lentamente a lo largo de un período de incubación de entre 10 y 15 días, con trastornos como tumefacción de la mucosa nasal, cambios en la coloración de la lengua, úlceras o diarrea.

Una vez que la fiebre alcanza los 40º, la intensidad de la misma es suficiente como para que los delirios sean frecuentes, razón por la que tradicionalmente se ha llamado a la fiebre tifoidea fiebre nerviosa.

Con el progreso de la enfermedad, pueden ir apareciendo diversas complicaciones graves, como inflamación del hígado y el bazo (hepatoesplenomegalia), congestión de las placas de Peyer, peritonitis, abscesos, encefalitis, colecistitis, endocarditis, miocarditis, síndrome hemolítico urémico, neumonía, coagulación intravascular diseminada, hepatitis, osteítis y fallo renal. Si no se trata, tiene una mortalidad de entre un 10 y un 30%.

Tras superar la enfermedad, muchas personas siguen siendo portadoras asintomáticas durante un tiempo (o, incluso, de por vida). Además, existen raras instancias de casos completamente asintomáticos sin tener antecedentes clínicos (sin haber pasado por una fase con síntomas).

¿Cómo se trata?

La estrategia central contra la fiebre tifoidea es el uso de antibióticos como la ampicilina, el cloranfenicol, el cotricomoxazol o la ciproflaxina. Sin embargo, la resistencia que está desarrollando la bacteria en años recientes está obligando a buscar otros  como la fleroxacina.

Paralelamente, es común aportar soporte al enfermo, paliando la deshidratación mediante el suministro de líquidos por vía intravenosa y la adopción de una dieta blanda. Incluso, en casos graves, puede ser necesaria la alimentación también por vía intravenosa.

Por otra parte, es fundamental el aislamiento entérico (es decir, la desinfección de ropa y vajillas empleados por el enfermo), así como que no comparta cuarto de baño con personas sanas para evitar más contagios.

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