Cómo distinguir un catarro de una gripe

Una mujer con resfriado, en una imagen de archivo.
Una mujer con resfriado, en una imagen de archivo.
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Una mujer con resfriado, en una imagen de archivo.

La temporada otoñal e invernal es sinónimo de una serie de enfermedades infecciosas generalmente leves, diferentes virus que afectan principalmente a las vías respiratorias. Pueden tener algunos síntomas similares, pero lo cierto es que se trata de patógenos diferentes con sus propias particularidades.

Quizás los dos más conocidos son la gripe y el catarro, dos enfermedades comunes de etiología vírica. 

Particularidades del catarro

En realidad, lo que llamamos catarro no se corresponde con un único virus, sino con un grupo de ellos. Son menos peligrosos que en el caso de la gripe, pero a diferencia de ésta no son estacionales y pueden aparecer durante todo el año. Si su incidencia crece en los meses fríos tiene que ver más con nuestros hábitos en esta época (pasamos más tiempo en interiores, cerca de otras personas, con lo que se facilita el contagio) que con la biología del virus o, como se cree popularmente, porque el frío provoque o facilite la enfermedad.

Sus síntomas habituales incluyen la congestión nasal, el dolor de cabeza, diferentes molestias de la garganta (incluyendo irritación, afonía y tos) y, a veces, unas décimas de fiebre.

Particularidades de la gripe

Por el contrario, la gripe sí que es un virus estacional y, de hecho, cada año es una variación diferente debido a que el patógeno muta. Esto explica que sea necesario administrar una nueva vacuna cada temporada.

A nivel sintomático, se distingue del catarro por dos signos que aparecen con más intensidad que en este último. Se trata de los dolores articulares y musculares y de la fiebre, que normalmente llega a los 38 grados o incluso los supera.

Cómo tratarlas

Sea como sea, al tratarse de procesos víricos, el tratamiento es sintomáticos y no busca acabar con la enfermedad, sino aliviar las molestias del paciente. Es, por tanto, el propio sistema inmunitario el que eventualmente acaba con la infección. 

Aunque en todo caso conviene consultar a un profesional para que establezca el diagnóstico preciso y nos recete el tratamiento más adecuado para nosotros de acuerdo con nuestras particularidades, normalmente se administran analgésicos o antipiréticos de uso común (ibuprofeno, paracetamol...), antihistamínicos, descongestivos o antitusivos.

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