¿Tu hijo no te cuenta nada cuando sale del colegio? Estas son algunas pautas para mejorar la comunicación

  • Fomentar las charlas con los niños desde muy pequeños desarrollará un vínculo de confianza entre ambas partes.
  • Hay que evitar las preguntas cerradas, compartir las experiencias propias y buscar momentos relajados y sin interrupciones.
Algunos niños se muestran retraídos a la hora de contar su día a día en el colegio.
Algunos niños se muestran retraídos a la hora de contar su día a día en el colegio.
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Algunos niños se muestran retraídos a la hora de contar su día a día en el colegio.

Hace apenas unos días comenzó el nuevo curso y la mayoría de los padres están ansiosos por conocer todas las novedades de boca de sus hijos: ¿Cómo son los nuevos profesores? ¿Están contento con sus compañeros de clase? ¿Con qué tipo de actividades han empezado a trabajar? ¿Qué asignaturas les gustan más? Sin embargo, no todos los niños son receptivos a tanta pregunta. Algunos las esquivan con simples monosílabos, ‘sí’, ‘no’ o, como mucho, un escueto ‘bien’. Otros, sencillamente, prefieren no contar nada.

Esto puede llegar a irritar hasta al progenitor más paciente, sin embargo, hay métodos para romper este círculo vicioso y conseguir que los niños y adolescentes se abran cada vez más para contar su día a día en el colegio y su experiencia con profesores y compañeros sin sentirse presionados por un exceso de preguntas.

Los psicólogos y especialistas en terapia familiar recomiendan seguir las siguientes pautas para conseguirlo:

Fomentar la comunicación desde una edad temprana

La comunicación con los niños debe trabajarse desde sus primeros años. Cuanto antes se empiece a hablar con los hijos de sus rutinas y vivencias diarias antes se desarrollará un vínculo de confianza entre ambas partes y habrá más posibilidades de que los niños hablen con naturalidad de todo lo que les pase según vayan creciendo.

Evitar las preguntas cerradas

Es conveniente poner en marcha el ingenio y no plantearles preguntas cerradas que den pie a que salgan del paso con un simple 'si, no, bien o mal'. Optemos mejor por fórmulas como: ¿Cuál ha sido el mejor momento del día hoy en el colegio? ¿Con qué compañeros te gusta trabajar en equipo? ¿Con quiénes juegas más en el patio? o ¿Qué asignaturas son tus favoritas este año? Si los niños son todavía muy pequeños y les cuesta expresarse con fluidez podemos servirnos de herramientas complementarias como jugar con títeres o los dibujos, que les ayuden a proyectar lo que están viviendo.

Elegir momentos tranquilos y sin interrupciones

Pensemos en cómo nos sentiríamos nosotros mismos si al hablar con alguien la otra persona estuviese mirando el móvil o viendo al mismo tiempo un programa de televisión. Es conveniente evitar este tipo de conversaciones con los niños si estamos estresados por algún tema laboral u ocupados con alguna otra actividad que requiera nuestra atención. 

Intentar compaginar ambas cosas va a acarrear que no nos centremos en ninguna de ellas y que el pequeño tenga la sensación de que lo que cuenta no le interesa a nadie y se sienta frustrado. Lo ideal es escoger un momento relajado en el que se pueda compartir tiempo de calidad y donde se sienta escuchado de verdad. Por ejemplo, dando un paseo para volver a casa desde el colegio, mientras se merienda en la cocina o en alguna cafetería o cenando todos juntos.

No juzgar ni imponer ideas

Si un niño o adolescente nos cuenta algo que a priori no nos gusta y la respuesta es juzgarle o censurarle casi con toda probabilidad el menor evitará volver a contarnos nada y se volverá más hermético por miedo a que nos enfademos con él o que pongamos el grito en el cielo. Lo ideal es preguntarle qué opina sobre lo que nos está contando, si lo valora como algo bueno o malo y por qué. De esta manera le estaremos señalándole que su opinión nos importa.

Compartir también lo nuestro

Hablar con nuestros hijos no puede ser una acción unidireccional donde solo ellos se sientan ‘obligados’ a contar sus asuntos. También es importante demostrarles que tenemos la suficiente confianza para contarles cómo nos ha ido el día, qué tal hemos estado en el trabajo, qué hemos hecho durante la jornada o si hay algo que nos preocupa. Obviamente, siempre amoldándonos a la edad y comprensión de cada niño. Para ellos también es importante que nos abramos y escucharnos.

Hablarles de nuestra propia experiencia

Una forma muy efectiva de acercarse a cualquier niño o adolescente es compartir nuestras propias experiencias escolares cuando teníamos su edad. Contarles cuáles eran nuestras dudas, temores, cómo resolvimos algún problema en concreto... Esto le dará la perspectiva de que no solo él puede sentirse mal por algo y de que cualquier conflicto se puede resolver.

Ser constantes

Ganarse la confianza del niño para que hable de su día a día es un proceso que conlleva su tiempo y que requiere de cierta constancia. Se trata de hablar con ellos con regularidad para que vean que nos interesan sus cosas y no de tener conversaciones esporádicas cada cierto tiempo.

No presionarle

Preguntarles cien veces por el mismo tema no va a hacer que nos contesten antes ni mejor. Al contrario, puede producir un efecto totalmente contraproducente haciendo que se pongan a la defensiva, que se enfaden o se aíslen. Lo ideal es armarse de paciencia y buscar siempre momentos tranquilos que hagan que fluya la conversación.

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