No disfruto con las fiestas: ¿Qué hacer cuando ir de cañas o de discoteca con los amigos se nos hace cuesta arriba?

No hay que autoculparse por no sentirse bien en estas situaciones y sí hablarlo con sinceridad con amigos y/o pareja. Según los expertos, existe una clara relación entre sumar años y perder el interés por salir de fiesta.
Ritual casi sagrado para muchos, salir de fiesta puede ser un auténtico suplicio para algunas personas.
Ritual casi sagrado para muchos, salir de fiesta puede ser un auténtico suplicio para algunas personas.
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Ritual casi sagrado para muchos, salir de fiesta puede ser un auténtico suplicio para algunas personas.

Ritual casi sagrado para muchas personas durante los fines de semana, salir de fiesta no siempre resulta un actividad apetecible o tentadora para todos. ¿Qué hacer cuando salir de casa para ir de cañas o de discoteca con los amigos se nos hace cuesta arriba? ¿Cómo hacerle entender a los demás que tenemos otras preferencias sin que les resulte molesto? Muchas veces el deseo de encajar y de no sentirnos fuera de lugar con el grupo puede llevarnos a tomar decisiones con las que realmente no estamos a gusto casi de una manera forzada. Estas son algunas recomendaciones de los psicólogos para afrontar esta situación con elegancia:

En primer lugar ser honesto con uno mismo y también con los demás. No es necesario dar explicaciones detalladas de nuestras razones para no salir de fiesta basta con utilizar frases del tipo: “No me siento con ganas de salir esta noche”, “Tengo cosas pendientes”, “Tengo otros planes” o “Me surgió otra cosa”.

Evitar huir de este tipo de planes porque nos sentimos incómodos. Si se tiende a la huida como única alternativa acabaremos por utilizar este método en todas las situaciones y acabará por levantar sospechas en los demás o crear malentendidos. Mejor asumirlo y hablar con sinceridad. 

También es importante no disimular que nos sentimos incómodos cuando salimos y mucho menos autoculparse por no sentirse bien. Lo más adecuado es quitarse el peso de encima. No se trata de exponer tus problemas o detallar con todo tipo de detalles por qué no te gusta salir de fiesta. Es suficiente con hacer saber a los demás que hay ciertas situaciones que te hacen sentir esa incomodidad y que prefieres que no te incluyan en ese tipo de planes.

 

No quedarse estancado. Si no nos gusta salir de fiesta valoremos nuevas alternativas de ocio para pasarlo realmente bien sin necesidad de engañarnos ni engañar a nadie y busquemos otros planes que también podamos proponer a los demás.

¿Y qué ocurre con la pareja?

Cuando este desequilibrio se da dentro de la pareja porque a una de las partes le gusta salir más que a la otra, los especialistas en psicología recomiendan abordarlo también a través de una buena comunicación. Hablarlo con sinceridad es la única manera de saber si el otro se siente incomprendido o cree que no se respetan sus propios intereses.

También es importante buscar un equilibrio entre las necesidades que tiene uno de salir de fiesta y el otro de quedarse en casa. Llegar a un acuerdo, por ejemplo, para salir de fiesta determinados días o fines de semana al mes puede dar margen además a la otra parte para organizar sus propios planes. Es importante también seguir haciendo planes juntos que gusten a ambos. No se trata de expresar las propias necesidades sino de empatizar con las necesidades que también tiene la pareja.

Pasar tiempo por separado, uno de fiesta y el otro en plan casero, ofrece la oportunidad a cada miembro de la pareja de disfrutar de su propio espacio, divertirse a su manera y llegar a acuerdos donde ambos estarán cómodos.

Cuestión de edad

Aunque obviamente no es una ciencia exacta sí que existe una clara relación entre sumar años y perder el interés por salir de fiesta. Según explican los expertos, la edad media de este “declive fiestero” suele aparecer en torno a la treintena debido a que la madurez trae consigo nuevas apetencias. 

La edad nos predispone física y psicológicamente a realizar unas actividades u otras. Emocionalmente vamos evolucionando, llegan nuevas aficiones y surgen nuevas obligaciones como los hijos o un trabajo con más responsabilidades. No se trata de renunciar a lo que se hacía en la etapa anterior sino de priorizar lo que nos gusta más de la nueva.

Físicamente, el cuerpo tampoco responde igual a una noche (o día) de fiesta. Se tarda más en recuperarse de una salida y las resacas también son peores porque la enzima que procesa el alcohol en el cuerpo se reduce y también las que genera el hígado para metabolizarlo. Asimismo, el organismo cada vez tiene un peor control para equilibrar la deshidratación.

Ante esto, se dan dos tipos de respuesta. Por un lado, hay personas a los que esta situación les genera frustración bien por no poder realizar estas actividades, bien por no tener la capacidad física para aguantarlas o bien porque su entorno no les siga el ritmo. Otras personas, sin embargo, aceptan mejor el cambio, son capaces de reconocer que cada vez son más diurnos que nocturnos y verlo como una señal de evolución.

¿Qué hacer cuando esto plantea un conflicto con otros amigos o personas del entorno a los que sí les apetece salir? Los expertos señalan que cuando se tienen amistades a las que solo nos une la vida nocturna se puede notar un distanciamiento. Por ello recomiendan buscar otro nexo de unión y fomentar actividades juntos más allá de la fiesta, lo que supondrá un esfuerzo por ambas partes.

¿Ha ayudado la pandemia?

Los expertos sí consideran que ha existido un cambio en la sociedad a raíz de la pandemia, los meses del confinamiento y el cierre del ocio nocturno durante una larga temporada. El vernos obligados a buscar alternativas nos ha hecho valorar más el ocio de puertas para dentro (indoors) e intimista en detrimento de la fiesta colectiva y ver sus diversas ventajas: la comodidad del hogar, hablar con nuestros amigos sin necesidad de gritar porque la música está alta, el no tener que estar pasando frío fuera de casa o calor dentro de una discoteca rodeados de desconocidos...

Pero sobre todo, insisten en que nos hemos vuelto más resistentes a la presión social, ya no nos sentimos en la obligación de salir de fiesta para quedar bien y, en general, ha aumentado la tolerancia con las necesidades de los demás si, por ejemplo, no quieren beber alcohol o no len apetece quedarse de fiesta hasta altas horas de la madrugada. 

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