Qué hacer cuando los niños no quieren comer

  • En pocas ocasiones, la falta de apetito se debe a un problema grave de salud, por lo que los padres no deben preocuparse en exceso ni obligarle a comer si un niño es 'poco comedor'. 
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Crear un ambiente tranquilo y agradable es clave para que los niños no rechacen la hora de comer.
GTRES
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Una de las mayores inquietudes de los padres, sobre todo los primeros años de vida de los pequeños, es que se alimenten bien. Por eso, cuando los niños son ‘malos comedores’, es decir, no comen como los padres esperan que lo hagan, la comida se convierte en una gran fuente de preocupación -incluso desesperación- para ellos y no saben cómo enfrentarse a esta situación.

En algunos casos, se trata de un problema real que habrá que consultar con el pediatra, pero en la mayoría de los casos no lo es tal, y en muchas ocasiones puede deberse simplemente, a que no necesita más comida que la que ingiere. Analicemos las causas que pueden llevar a un niño a rechazar la comida o a comer menos y cómo actuar en estos casos.

¿Por qué los niños ‘no comen’?

Por regla general, los bebés suelen comer mucho. El primer año su crecimiento es exponencial, como no lo será en ninguna etapa de su vida, y es normal que tenga mucho apetito. Sin embargo, llega un momento, que puede ser alrededor del año, en el que los niños empiezan a comer mucho menos que antes. Es entonces cuando muchos padres empiezan a preocuparse y a pensar que su hijo come menos de lo que debería. Otras causas que pueden llevar a un niño a rechazar la comida pueden ser infecciones gastrointestinales que le quiten el apetito durante un tiempo prolongado, que estén menos activos y tengan menos hambre o cuestiones más psicológicas que le han llevado a rechazar el momento de la comida en sí o a asociar rechazar la comida con recibir más atención de sus padres.

Algunas de estas situaciones son transitorias y no deben preocuparnos, pero otras, como las psicológicas o conductuales, pueden convertirse en toda una tortura para padres e hijos si no ponemos remedio pronto.

Ante cualquier duda, siempre hay que consultar al pediatra, pero si este determina que el niño está sano, tiene un peso saludable y está activo, tanto física como intelectualmente, probablemente el niño esté comiendo lo que necesita, aunque a los padres les parezca que es poco.

Cómo actuar ante un niño que no quiere comer

Hay muchas cosas que se pueden hacer para intentar aumentar el apetito de los niños, pero es más importante todavía lo que no hay que hacer. Nutricionistas como Julio Basulto en su libro Se me hace bola, o pediatras como Carlos González en Mi niño no me come, coindicen en que nunca, bajo ningún concepto hay que obligar a un niño a comer, “jamás hay que insistir, presionar, sobornar, manipular y mucho menos premiar o castigar a ninguna persona para que coma. Y cuando digo “ninguna persona”, por supuesto, incluyo a las personas más vulnerables: los niños”, afirma Basulto en su web. Y es que, forzarles, ya sea con amenazas, con gritos, con chantajes… hará que asocien el momento de la comida como algo negativo, desagradable, traumático y, por tanto, intenten evitarlo a toda costa, sobre todo con quienes están presentes que suelen ser sus padres. Al hacerlo estaremos, por tanto, consiguiendo el efecto contrario a lo que buscamos. Además, le enseñaremos, de manera inconsciente, que tiene que comer, aunque no tenga hambre, algo que a la larga puede acarrear graves problemas como la obesidad o trastornos de la conducta alimentaria.

Otros errores a evitar serían...

Distraerles para que coman. Comer tiene que ser un momento de disfrute y de conciencia. Tienen que saber lo que comen, cuánto y cómo sabe. Si les ponemos la tele, el móvil, les cantamos, etc. mientras les metemos una cucharada en la boca conseguiremos que coman de manera automática, sin disfrutarlo ni respetando su sensación de saciedad, apetencia, etc.

Persuadirles u ofrecerles algo a cambio (premiarlos). Eso puede llevarle a pensar que se merece cosas o afecto solo si come o a que cada vez que quiera algo, coma, aunque no tenga hambre.

Hacerle una comida solo para él u ofrecerle lo que pide solo para que ‘coma algo’. Si hay un problema real de apetito, el niño rechazará cualquier comida. Si le damos cualquier cosa con tal de que coma, y se lo come, estaremos, por tanto, fomentando que en el futuro como pocas cosas, que además suelen ser poco saludables.

Comer entre comidas. No es un castigo, pero si el niño no come a las horas estipuladas, no deberíamos darle de comer después, entre horas. Esto provocará que en la siguiente comida no tenga apetito. Además, estas comidas entre horas también suelen ser poco saludables.

Hay otras muchas cosas que sí podemos hacer para favorecer que el momento de la comida sea agradable para el niño:

•Respetar su apetito. Como los adultos, hay niños que comen más que otros y momentos en su vida en los que comerán más que otros. Si les enseñamos a dejar de comer cuando ya no tienen hambre evitaremos muchos problemas de obesidad y trastornos alimenticios en el futuro. Tampoco es buena opción ponerles raciones muy grandes. Es preferible que nos pida repetir a que se vea forzado a acabarse un plato demasiado abundante o que lo rechace solo porque vea que es mucho.

•Ofrecerles siempre comida alternativas saludables y diversas. Si les ofrecemos comida saludable, ¿qué problema hay en el que elijan la que más le gusta? Tampoco debemos forzarles a que prueben cosas nuevas, pues cuando son pequeños, suelen ser reticentes a los alimentos que no conocen. Si se las ofrecemos con regularidad, pero sin presionar, llegará un momento en que decidan llevárselo a la boca.

•Invitarles a que participen en la preparación. Si tienen edad suficiente, podemos pedirles que nos ayuden a hacer pequeñas cosas en la cocina. Si participan, es más probable que les apetezca probarlo.

•Comer en familia. Esto tiene varios aspectos positivos, pues además de convertir la hora de la comida en un momento que compartimos y disfrutamos juntos, ayuda a no poner toda la atención en lo que el niño está comiendo. Y es que, en muchas ocasiones, los niños no comen porque buscan la atención de sus padres. Si esto ocurriese, lo mejor es no hacerle caso y seguir todos comiendo en familia.

•Limitar el tiempo de comida. Si no quiere una comida, ofrecerle el postre o el siguiente plato sin darle importancia ni alargar el tiempo para intentar que se coma todo.

•Presentar los platos de manera atractiva y divertida para que le apetezca más probarlos.

Si llevamos a cabo estas recomendaciones, no solo evitaremos que la hora de las comidas se convierta en un momento tenso que querrán evitar (y los padres también), sino que ayudaremos a que tengan unos hábitos saludables en el futuro. 

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