Mayor autoestima, más seguridad, menos tristeza… Cómo ser solidarios también nos ayuda a estar mejor

  • El día 20 de diciembre se celebra el Día internacional de la solidaridad humana.
  • Rafael San Román, psicólogo: "Ser solidarios nos devuelve una imagen de nosotros mismos favorable, prosocial, generosa y empática, además de permitirnos hacer cosas útiles por otras personas”.
La solidaridad tiene efectos muy positivos en quienes la practican.
La solidaridad tiene efectos muy positivos en quienes la practican.
Mohan Nannapaneni / Pexels
La solidaridad tiene efectos muy positivos en quienes la practican.

El 20 de diciembre, a las puertas de la Navidad, se celebra el Día internacional de la solidaridad humana, una fecha establecida por al ONU en 2005 para fomentar iniciativas para la erradicación de la pobreza en el mundo y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles de la Agenda 2030.

Pero más allá de la solidaridad internacional, la individual también es clave para la convivencia. Además, por normal general, la solidaridad no solo es beneficiosa para quien la recibe, sino también para el que la lleva a cabo, pues ayudar a los demás nos hace sentirnos bien a nivel psicológico, como nos cuenta Rafael San Román, Psicólogo en la plataforma de apoyo psicológico ifeel.

Mayor autoestima, más lazos sociales y una manera de canalizar nuestras emociones

El impulso de ayudar a los demás es algo intrínseco al ser humano, pues beneficia a la sociedad en su conjunto. Quizás, por eso, por norma general, nos sentimos bien cuando somos solidarios. Aunque nos proporciona muchos beneficios a nivel psicológico, según asegura Rafael San Román, el más importante es que eleva nuestra autoestima, “ya que nos devuelve una imagen de nosotros mismos favorable, prosocial, generosa y empática, además de permitirnos hacer cosas útiles por otras personas, con lo que refuerza nuestra sensación de autoeficacia”. Desde un punto de vista psicoanalítico, la solidaridad aporta lo que los psicólogos llaman ‘satisfacción narcisista’ “en el buen sentido de la palabra narcisismo, ya que nos hace ser útiles y bondadosos para los demás y eso es gratificante y muy positivo, lo codificamos como un ‘Mis actos indican que soy bueno’”, destaca San Román.

“Los actos solidarios nos permiten salir del rol de espectador pasivo ante un mal ajeno y ponernos manos a la obra, actuar… en lugar de presenciarlo pasivamente”

Por otro lado, refuerza nuestros lazos sociales, pues es “muy cohesiva del grupo, transmite una sensación de estar saliendo juntos de las dificultades. Aunque sea inconscientemente, nos puede aportar seguridad, en el sentido de que la solidaridad tiene algo de ‘hoy por ti, mañana por mí’. De este modo, al ser solidarios, sembramos por si en el futuro somos nosotros quienes necesitamos la solidaridad ajena. Además, ayudar a otros es gratificante, satisfactorio y, por qué no decirlo, hermoso”.

Esto ayuda también a canalizar emociones, “los actos solidarios nos permiten salir del rol de espectador pasivo ante un mal ajeno y ponernos manos a la obra, actuar… y esto puede tener un efecto positivo para regular nuestra tristeza, angustia o indignación por lo que les sucede a otros. Nos permite tener sensación de control e influencia sobre el mal ajeno, en lugar de presenciarlo pasivamente”.

Estos efectos beneficiosos no ocurren en todos los casos, especialmente cuando lo hacemos por obligación, “si lo hacemos por presión grupal o sin convencimiento profundo de lo que hace, entiendo que los efectos para su autoimagen, su bienestar emocional, serán más leves, o nulos”, aclara.

“Ayudar a otros es gratificante, satisfactorio y, por qué no decirlo, hermoso”

Si somos solidarios y nos sentimos bien por ello, ¿se convierte entonces en un acto egoísta? Según San Roman, un acto egoísta no tiene por qué se algo negativo, sino al contrario, “yo no puedo evitar sentirme bien conmigo mismo por ayudar a otros, y esa satisfacción no tiene nada de malo. Es egoísta porque la vivo yo, se debe a algo que he hecho yo, pero no es egoísta en el sentido de poco generoso o ególatra. Es un egoísmo natural. No es posible hacer algo bueno por los demás porque pensamos que es algo bueno y justo y a ello nos mueve la compasión y la generosidad y luego no sentirnos bien con nosotros mismos por hacerlo. No tendría sentido”, asegura.

La solidaridad se ‘contagia’

En Navidad hay una explosión de solidaridad algo que, aunque no deja ser de positivo, tiene que ver más con un convencionalismo social y cultural, “hemos aprendido socialmente que hay ciertas épocas del año en las que debemos prestar especial atención al prójimo, ser más cuidadosos, tener una conducta más virtuosa, etc. Todo esto viene, por supuesto, del contexto religioso, pero hay mucha gente que está sola y necesitada, y entonces se incluye el precepto religioso, pero también civil de fijarnos más en quienes tienen menos, aunque sea solo en una época concreta del año”, aclara. Además, la solidaridad tiene algo de ‘contagioso’, si vemos que a nuestro alrededor la gente es solidaria, tendemos a hacer lo mismo, “los seres humanos somos muy imitativos y aprendemos muchas conductas por la simple observación, a veces de manera poco reflexiva, simplemente porque vemos que otros las hacen y llegamos a la conclusión de que nosotros también deberíamos hacerlas. Lo mismo pasa con la agresividad y con tantas otras reacciones que tienen un fuerte componente emocional”.

Fechas señaladas aparte, la solidaridad no deja ser algo muy personal y íntimo que cada uno percibe y lleva a cabo de manera distinta, pues “mientras hay gente para la que un acto solidario es algo puntual, otras personas lo incorporan a sus hábitos cotidianos, o incluso hacen de la solidaridad uno de los pilares de su profesión, por ejemplo. Todos estos factores influyen mucho en la resonancia interna que tengan en nosotros nuestros propios actos solidarios”, concluye Rafael. 

Rafael San Román es psicólogo en la plataforma ifeel.
Rafael San Román es psicólogo en la plataforma ifeel.
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