
El hígado es un órgano de gran tamaño que se encuentra en la parte superior derecha de nuestro abdomen. Sus funciones incluyen segregar bilis (necesaria para procesar las grasas que comemos), producir proteínas, almacenar nutrientes, y eliminar toxinas.
Por todo ello, está claro que es importante cuidarlo, ya que de lo contrario corremos el riesgo de sufrir enfermedades hepáticas que pueden llegar a ser muy graves. El hígado, además, es bastante sensible a los estilos de vida poco saludables. Afortunadamente, precauciones como seguir una dieta sana y equilibrada reducen notoriamente el riesgo de enfermedad hepática.
Dentro de esa dieta, tendremos que moderar el consumo de ciertos alimentos que en exceso resultan dañinos para este órgano.
Alcohol

El alcohol, especialmente en exceso, es devastador para el hígado. Esto es porque, al procesarlo, el hígado genera grasas (triglicéridos) y compuestos capaces de producir enfermedades como hepatitis alcohólica, fibrosis hepática o cirrosis, todas ellas potencialmente letales.
Sal

Además de sus efectos sobre la tensión arterial, el exceso de sal también puede provocar daños importantes en el hígado. Concretamente, parece que aumenta el riesgo de sufrir fibrosis hepática, que a su vez puede diseminarse y degenerar en cirrosis.
Azúcar

El azúcar, al ser procesada por el hígado, se transforma en grasas que tienden a acumularse, lo que puede provocar esteatosis hepática (hígado graso), similar a algunos de los daños que provoca el exceso de alcohol y que puede terminar por causar una insuficiencia hepática.
Grasas saturadas

Las grasas saturadas, como las que encontramos en los productos lácteos, la carne roja o las carnes procesadas, también se acumulan en el hígado aumentando el riesgo de sufrir esteatosis hepática.
Alimentos ultraprocesados

Si el azúcar, la sal y las grasas saturadas son perjudiciales para el hígado, los ultraprocesados (como la bollería industrial, la 'comida basura', los snacks...) son la combinación de los tres. A menudo contienen altos niveles tanto de grasas saturadas como de azúcar o sal, con lo que pueden originar importantes problemas hepáticos.
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