La importancia de la detección precoz de las enfermedades mentales: "Debutan en la adolescencia pero se gestan a edades más precoces"

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Los expertos insisten en que la detección precoz de los trastornos mentales es fundamental para evitar sintomatologías más desarrolladas durante la adolescencia. 
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En la actualidad los trastornos mentales representan el 16% de la carga mundial de enfermedades y lesiones en las personas de edades comprendidas entre 10 y 19 años. Sin embargo, muchas de esta estas patologías no llegan a ser diagnosticadas y las que sí lo son reciben el diagnóstico muy tarde. Por este motivo, la detección precoz de los trastornos mentales en jóvenes y adolescentes es fundamental para que las personas diagnosticadas con patologías de este tipo puedan tener una vida adulta saludable.

Recientemente, expertos, profesionales y familiares de personas con Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) y Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) abordaban el tema en la jornada sobre salud mental Detección precoz de los trastornos mentales en jóvenes, organizada por el Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia (CEDDD). De ella se desprende la importancia de abordar la detección primaria en edades muy tempranas: “El ser humano es como un arbolito, cuanto más pequeño le cojamos más derecho le podremos poner. ¿Cómo somos capaces con un trastorno límite u otra enfermedad mental de tardar una media de diez años para hacer un diagnóstico? Es increíble. ¿Y cómo va a esta persona a evolucionar en el tiempo si durante diez años nadie ha sido capaz de decirle lo que tenía? El problema se va cronificando y llega un momento que el árbol no hay dios que lo ponga derecho. Como tampoco es posible poner derecho a alguien que tiene una enfermedad mental que nadie le ha dicho que tenía”, señala Teresa Oñate, presidenta de la Fundación AMAI TLP y cuyo hijo sufre este trastorno.

"¿Cómo es posible que se tarde un media de diez años en diagnosticar una enfermedad mental?"

Oñate insiste también en la importancia de abordar con mayor naturalidad la enfermedad mental con los niños: “No sé por qué cuesta tanto decir que tenemos una enfermedad mental o que la tienen nuestros hijos. Si desde pequeño a un niño se le dice ‘tienes esta cosa o la otra’ o al profesor se le enseña que si un niño no tiene los parámetros de los demás es porque hay algo, estamos avanzando. No cuesta nada tener un psicólogo dentro del colegio, hablar con los padres, ir a atención primaria, contar lo que pasa... pequeñas cosas que hacen que a la persona se le vaya contando lo que tiene y lo vaya aceptando de forma natural. Si uno desde pequeño sabe que tiene algo y se lo toma como algo normal cuando llegue a la pubertad, a los 13 o 14 años, nadie le mete un susto diciéndole que tiene esquizofrenia, un TLP o un trastorno bipolar”.

Para la presidente de AMAI TLP la clave está en normalizar la enfermedad mental y, sobre todo, en el trabajo con las familias: “La gente debe tomar conciencia de que la enfermedad mental es una de las muchas enfermedades que puede tener la persona y hacer que las personas entiendan que la cabeza es una parte de este maravilloso cuerpo humano que tenemos y que como tal hay que tratarla, como se tratan las enfermedades de los huesos o del hígado. Y la primera que tiene que entender que su hijo tiene una enfermedad mental es la propia familia, porque la familia es la primera que estigmatiza al hijo”.

"Es un impacto muy fuerte para la familia recibir el diagnóstico, precisamente porque no somos capaces de ver cómo son nuestros hijos"

De la misma forma se manifiesta Rosa Iglesias, presidenta de la Asociación Planeta TOC y madre de dos chicos con este trastorno: “Tendemos muchas veces a hacer un drama de lo que puede ser algo mucho más natural. Es un impacto muy fuerte para la familia cuando se recibe el diagnóstico, precisamente porque no somos capaces de ver cómo son nuestros hijos desde pequeños, donde estás sus dificultades y sus virtudes. El TOC es un trastorno que lleva implícito un carácter de secreto. Esto hace que sea difícil detectarlo porque si tú sientes como avergonzarte lo que te viene a la cabeza y lo que no puedes evitar tener en la cabeza es muy difícil que lo digas”.

Iglesias tiene claro que la atención a las familias es uno de los pilares fundamentales para abordar la enfermedad tras el diagnóstico: “Quiero dar importancia a lo que significa la familia porque generalmente es un factor de protección cuando existe un problema pero también podemos ser un factor precipitante. Si atendemos a las familias podríamos minimizar el impacto que tiene en ellas y, además, podríamos sacar muchísimo provecho para la prevención. Cuando las familias se acercan a nosotros, tienen una serie de necesidades, llegan con un sentimiento de culpa terrible, un miedo terrible al estigma, no son capaces de comunicar sus dificultades porque cuando lo hacen no encuentran un apoyo ni en los amigos ni en el colegio ni en el entorno. Socialmente no existe un apoyo por lo tanto se tiene miedo a las consecuencias y ellos mismos se estigmatizan guardando ese silencio”.

"Si la familia no conoce la patología tampoco sabe qué cuidados tienen que darle al joven ni qué autocuidados necesitan ellos mismos"

Además, señala que en la mayoría de los casos hay una falta de conocimiento sobre la patología que afecta al niño o adolescente: “Si la familia no sabe qué es lo que sucede en su casa, qué le ocurre a su hijo o hija puede confundirlo fácilmente con los patrones de rebeldía que se siguen en la adolescencia y no detectar que hay un problema. Si no conocen la patología tampoco saben qué cuidados tienen que darles ni qué autocuidados necesitan ellos mismos para poder afrontarlo. Algo fundamental, porque nosotros somos lo único que tienen ante una sociedad en la que se sienten completamente invisibles”.

Para la presidenta de Planeta TOC tanto los grupos de familia como la asistencia a domicilio pueden ser básicos para practicar ese autocuidado: “Las familias y los propios pacientes tienen una necesidad muy importante de validar sus emociones, la congruencia de lo que sienten y les ocurre. Cuando la familia participa de grupos donde ellos pueden hacer comparación social y comprobar que sus emociones son unas emociones adaptativas, que están sintiendo lo único que pueden sentir y que otros lo sienten como ellos esto les ayuda a coger fuerzas y sentirse capaces de ser parte de la recuperación de sus hijos y poder detectar si otros miembros de la familia también lo pueden padecer. El conocimiento es la mejor arma para que puedan dar apoyo y darse también apoyo entre ellos”.

"Los grupos de familia ayudan a los padres a coger fuerzas y sentirse parte de la recuperación de sus hijos"

Por su parte la terapia a domicilio que facilitan asociaciones como Planeta TOC permite “que el vínculo con el paciente sea extraordinario, que el profesional conozca el entorno en el que vive - lo que le da muchísima información para abordar el problema-, y nos permite trabajar con la familia porque cuando hay un problema de salud mental en la familia todos sus miembros van a padecer problemas en algún área: les afecta en el trabajo, en sus relaciones sociales... Con la terapia a domicilio estamos humanizando la psicología, naturalizando un proceso y aumentando la adherencia al tratamiento. La familia no puede focalizar únicamente en el problema que tiene su hijo, su hijo tiene una enfermedad mental pero también muchas otras cosas que puede poner en valor”.

"Cuando hay un problema de salud mental en la familia todos sus miembros padecen algún problema en algún área: trabajo, relaciones sociales..."

Por su parte, la psicóloga Encarni Cabrera, especialista en trastorno obsesivo compulsivo, insiste en que no debemos quedarnos solo en la prevención de enfermedades mentales en la adolescencia , abarcando la detección de estos trastornos desde edades mucho más tempranas: “La adolescencia es la etapa en la que la patología debuta pero debutar no quiere decir que se esté gestando sino que la patología puede estar gestándose desde edades más precoces e, incluso, en etapas prenatales. Los primeros años de vida del bebé son fundamentales en el desarrollo de una patología a posteriori. ¿Qué diferencia hay? Que cuando un niño empieza a tener sintomatología es somática no es comportamental. Entonces vamos a atención primaria y esa patología psíquica que se ha somatizado no se ve como un problema de salud mental sino como algo físico. Por tanto, lo estamos desvirtuando y ya lo estamos alejando de la detección y de la prevención”.

"Los primeros años de vida del bebé son fundamentales en el desarrollo de una patología a posteriori"

El problema, según la especialista en salud mental, se sigue agravando conforme ese niño sigue creciendo: “Pasamos de esa somatización del problema de salud mental a una manifestación conductual y entonces empezamos a hablar de conducta disruptiva: de que este niño es muy desobediente, no hace caso a nada, es muy malo... cuando en realidad lo que ese niño o esa niña nos está es diciendo a gritos es que necesita ayuda. Y efectivamente, llegamos a la adolescencia y ahora sí todo este caldo de cultivo ha generado una sintomatología mucho más predominante. Y es solo entonces cuando nosotros como adultos empezamos a pensar que este niño necesita ayuda. Pero, ¿qué hacemos mientras esto se está gestando?”. Para la psicóloga la solución pasa por la detección precoz en las etapas anteriores y, por extensión, por preparar mucho más a los profesionales de la atención primaria para detectar esta sintomatología. Algo que, según Cabrera, evitaría muchísimos problemas futuros y rebajaría enormemente los gastos económicos que hoy por hoy suponen el tratamiento de las distintas patologías mentales en adolescentes.

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