El cigarro electrónico, ¿una opción segura para dejar el tabaco?: "No está exento de riesgos, pero es menos nocivo"

El cigarro electrónico podría ser una opción para dejar de fumar, pero sus efectos a largo plazo se desconocen.
Vapear se ha convertido en la gran alternativa de fumadores que quieren alejarse del cigarrillo.
Cigarro electrónico o vaper.
lindsayfox
Vapear se ha convertido en la gran alternativa de fumadores que quieren alejarse del cigarrillo.

Este martes el Gobierno de España equipara la regulación del tabaco calentado a la de los cigarrillos tradicionales y prohíbe la venta de productos con aromas, lo que se conoce comúnmente como aromas de vapeo. "Se amplía la prohibición de comercializar productos del tabaco con aroma característico o que contengan aromatizantes en sus componentes -como filtros, papeles para fumar, envases o cápsulas-, o cualquier otra técnica que permita modificar el olor y sabor de los productos del tabaco, o intensificar el humo", explica el Ministerio de Sanidad en un comunicado.

Lo cierto es que el cigarro electrónico ha sido un motivo importante de controversia en materia de salud pública en los últimos años. Por una parte, sus detractores defienden que existen evidencias importantes de que se trata de un producto dañino, mientras que sus defensores a menudo se escudan en que puede resultar útil a la hora de abandonar un hábito que sería aún más perjudicial como es el tabaquismo.

Precisamente, este fue uno de los temas centrales tratados en la última conferencia The E-Cigarette Summit, celebrada en Londres. Este evento se define como un "punto de encuentro independiente y neutral para científicos, reguladores, industria, salud pública y profesionales" del sector, con el objetivo último de "reducir las muertes y las enfermedades relacionadas con el tabaquismo" mediante la "exploración de las últimas investigaciones sobre los cigarrillos electrónicos y facilitar un debate basado en ciencia".

"Pueden constituir una alternativa aceptable"

Así, los diferentes expertos que intervinieron en tal ocasión reportaron algunas evidencias científicas que apuntan al potencial del cigarrillo electrónico como método para abandonar el consumo de tabaco, sin dejar de señalar también los peligros que ya se conocen y el hecho de que se carece de datos sobre muchas posibles ramificaciones de la popularización del uso de este tipo de dispositivos.

Por una parte, la doctora Debbie Robson, profesora titular de Reducción del Daño por el Consumo de Tabaco en el Centro Nacional de Adicciones dependiente del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King's College de Londres subrayó que "no hay motivos importantes de preocupación con respecto al daño para la salud que causa el vapeo a corto y medio plazo"; que "la frecuencia cardíaca y la tensión arterial en el vapeo son menores que si se fuma, y similares a la ausencia de consumo después de vapear un tiempo prolongado" y que "el impacto del vapeo depende de la persona que vapee, de dónde viva, de cómo vapee, de lo que vapee o de cómo se regule el dispositivo".

Por otra, Alan R Boobis, Profesor Emérito de Toxicología y presidente del Comité de Reino Unido para la Toxicología subrayó que "el hecho de que los fumadores cambien a un producto menos nocivo mitigaría parte de este daño causado por los cigarrillos", que los cigarrillos electrónicos "pueden constituir una alternativa aceptable", o que "la tasa de éxito en el abandono del hábito de fumar usando cigarrillos electrónicos parece indicar que ayuda a las personas a cambiar los cigarrillos convencionales por otra cosa".

Finalmente, Rober West, profesor Emérito de Psicología de la Salud, Universidad de Londres destacó que "el daño -provocado por los cigarrillos electrónicos- parece ser de una magnitud inferior que en el consumo de cigarrillos convencionales", y opinó que "con la regulación adecuada, los cigarrillos electrónicos pueden contribuir aún más a reducir los daños relacionados con el tabaco".

"Vapear no está exento de riesgos"

Pese a todo ello, no faltaron tampoco las advertencias sobre los peligros que sigue entrañando esta tecnología y, especialmente, sobre las consecuencias posibles que aún desconocemos y sobre los aspectos sobre los que siguen existiendo lagunas en el corpus científico.

En este sentido, Robson recordó que "vapear no es un hábito exento de riesgo, especialmente para las personas que nunca han vapeado o fumado" y que "las pruebas [sobre los efectos nocivos] del vapeo son más limitadas [que en el caso del tabaco]".

Boobis, a su vez, señaló que "los efectos [del uso de cigarros electrónicos] a largo plazo son inciertos" y que "la toxicidad de los cigarros electrónicos es tan sólo una parte de la compleja evaluación de los riesgos y los beneficios necesaria para determinar su papel en la salud pública".

Por último, West añadió que "su contribución [a reducir la prevalencia del tabaquismo en países con regulaciones más permisivas] no ha sido tan grande como algunos esperaban". También puso de manifiesto que "los desafíos de su impacto en el medio ambiente están ahí", que "hasta la fecha, las pruebas disponibles apoyan con un alto grado de confianza la opinión de que los cigarrillos electrónicos no son 100% seguros" y que su irrupción no ha propiciado que "la incidencia (de los intentos de dejar de fumar) haya aumentado".

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