VICENTE VALLÉS. PERIODISTA
OPINIÓN

El ministro Pablo Iglesias

Pablo Iglesias.
Pablo Iglesias.
EFE
Pablo Iglesias.

En noviembre de 2017, Mariano Rajoy acababa de conseguir la investidura como presidente, después de diez largos meses de gobierno en funciones, con dos elecciones, una investidura fallida de Pedro Sánchez y una batalla interna que terminó con Sánchez fuera de la secretaría general del PSOE debido a su "no es no" a Rajoy.

En aquellos días de aflicción, Sánchez se sentó delante de Jordi Évole en La Sexta como si estuviera en un confesionario, y le dijo que "me equivoqué al tachar a Podemos de populista". Y lo más importante: "El PSOE tiene que trabajar codo con codo con Podemos".

Con esa cercanía a Podemos y con su insistencia en el lema del "no es no", Sánchez recuperó el mando en su partido en las elecciones primarias que se celebraron unos meses después. Estaba, por tanto, ante la posibilidad de llevar a cabo esa nueva estrategia: la de aliarse con Podemos para, juntos, alcanzar el poder.

El primer paso lo dio hace un año, cuando lanzó una moción de censura contra Rajoy. No tenía muchas esperanzas de que aquel plan prosperara. Pero prosperó gracias al apoyo incondicional de Pablo Iglesias, que aceptó ayudar a cambio de nada que se pudiera contar, lo mismo que ERC, Bildu o el PNV.

Ahora, la victoria del PSOE en las elecciones de abril sitúa a Pedro Sánchez ante la oportunidad de ejecutar el plan de "trabajar codo con codo con Podemos". Y, sin embargo, el líder socialista ha entrado en pánico ante la exigencia de Pablo Iglesias, que quiere ser ministro.

Necesita un puesto de primer nivel

El líder podemita sabe que su partido ha entrado en una deriva perdedora. Va a menos en cada elección a la que se presenta. Y si no consigue ser ministro, Iglesias corre el riesgo de figurar en los libros como un líder fracasado. Por tanto, necesita imperiosamente el ringorrango de un puesto de primer nivel en el Gobierno para poder decir que ha sido algo. Pero Sánchez no se lo quiere dar. ¿Ya no sirve el "codo con codo"? No, ya no sirve.

Sánchez se resiste a sentar a la mesa del Consejo de Ministros a Pablo Iglesias y a otros miembros de Podemos porque tendrían su propia agenda, y pondrían en permanentes aprietos al presidente empeñados en llamar la atención con medidas trompeteras imposibles de aceptar por el PSOE, o por la Unión Europea.

Serían un gobierno paralelo. Y si a Sánchez se le ocurriera destituir a Iglesias por discrepancias en su gestión como ministro, no sería una simple crisis de Gobierno. Se acabaría la legislatura.

A pesar de que Sánchez creía haberse equivocado cuando tachó a Podemos de "populista", sabe que Podemos quiere aprovechar su presencia en el Gobierno para reflotarse. Y solo podrá reflotarse si convierte su populismo de salón (el que ejerce en los discursos parlamentarios) en un populismo de gestión con dinero público.

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