VICENTE VALLÉS. PERIODISTA
OPINIÓN

Fuego amigo en campaña

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la clausura de la convención municipal del PSC en Tarragona, junto al líder del PSC Miquel Iceta .
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la clausura de la convención municipal del PSC en Tarragona, junto al líder del PSC Miquel Iceta .
EFE
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la clausura de la convención municipal del PSC en Tarragona, junto al líder del PSC Miquel Iceta .

Que Dios me cuide de mis amigos, que de mis enemigos ya me cuido yo. Este viejo aforismo podría estar escrito con letras capitulares en un lugar bien visible de la salas en las que trabajan los equipos de campaña de los partidos políticos. Lo necesitan, porque no hay nada más peligroso en campaña que el fuego amigo.

A Pedro Sánchez apenas le hace daño que Pablo Casado le critique cada día. A Casado le resbala lo que Sánchez pueda decir sobre las debilidades del PP. A Albert Rivera, a Pablo Iglesias o a Santiago Abascal, la dinamita electoral que puedan utilizar sus rivales, lejos de crearles problemas, lo que les permite es alimentar el discurso propio. El problema no es lo que dice mi enemigo, sino lo que dice mi amigo.

El primer objetivo del PSOE en esta campaña es hablar de Cataluña solo cuando no pueda evitarlo. Es por eso que en las 110 propuestas de su programa electoral no encontrará el votante una sola referencia a la cuestión catalana. Ni una sola referencia, en 110 propuestas. Es un mérito notable, teniendo en cuenta que Pedro Sánchez fue investido gracias al apoyo de los independentistas, que Cataluña ha sido el principal problema en los nueve meses de gobierno socialista, y que fueron los independentistas quienes forzaron la convocatoria de las elecciones al no apoyar los presupuestos del Estado. Y no han sido los rivales del PSOE los que han metido a Cataluña en la campaña, sino el líder de los socialistas catalanes Miquel Iceta, cuando dijo que si el 65% de los catalanes quisieran la independencia, la democracia tendría que buscar una fórmula para dar salida a esa reivindicación.

El mismo día en el que Iceta echó una mano a PP, Ciudadanos y Vox, el número dos de las listas populares, Adolfo Suárez Illana, salió al rescate del PSOE comparando el aborto con el comportamiento de los neandertales que cortaban las cabezas de los recién nacidos (dato inventado) y con una ley de Nueva York que permite abortar después del parto (dato inventado). Suárez Illana destrozó el momemtum catalán que le había caído del cielo al PP gracias a Iceta, y dio oxígeno al PSOE.

A Ciudadanos, los amigos le han llenado de baches la campaña con el posible pucherazo no aclarado en las primarias de varias comunidades, o con los viejos tuits de su fichaje Marcos de Quinto. A Podemos, se le van los compañeros de las confluencias, mientras en Madrid se dividen y subdividen hasta conformar cuatro listas electorales indistinguibles entre sí para representar a la izquierda. Y a Vox se le escapan de las manos algunos candidatos filonazis, que ni siquiera el partido de Santiago Abascal puede asumir con naturalidad. Dios me cuide de mis amigos.

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