VICENTE VALLÉS. PERIODISTA
OPINIÓN

Esperando al mirlo blanco

Íñigo Errejón, durante la junta de portavoces de la Asamblea de Madrid.
Íñigo Errejón, durante la junta de portavoces de la Asamblea de Madrid.
VÍCTOR LERENA / EFE
Íñigo Errejón, durante la junta de portavoces de la Asamblea de Madrid.

No desespere. Dentro de unas pocas semanas podrá usted votar. Otra vez. Podrá decir alto y claro en las urnas qué es lo que quiere para su país. De nuevo. Estará en condiciones de elegir a aquellos representantes que usted desea que nos gobiernen. Una vez más. Y quizá tenga la posibilidad de comprobar que tampoco en esta ocasión sirve de mucho. O, por el contrario, cabe la opción de que ahora el acuerdo se imponga y de las elecciones emerja, por fin, un Gobierno que merezca tal nombre, porque esté en condiciones de gobernar, no solo de ocupar el poder.

Fácil no será, porque España está sufriendo un proceso de regresión, como si se tratara de un Benjamin Button colectivo, que con el paso del tiempo rejuvenece en lugar de envejecer: cada vez nos parecemos más al país que fuimos en los primeros tiempos de la democracia, en el que a cada ideología política le correspondía una larga lista de partidos, y no solo uno o dos.

En 1977, cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas, el votante pudo elegir entre cerca de seiscientas candidaturas, en lo que se conoció popularmente como la "sopa de letras". Aquel barullo de siglas y matices ideológicos derivó con el tiempo en un bipartidismo imperfecto que ahora está en ruinas. Y la onda expansiva aún no ha terminado, porque ya ha llegado el "sexto pasajero": Íñigo Errejón.

Los partidos políticos españoles son refractarios a consentir corrientes internas que alojen a los disidentes que no siguen a ciegas las órdenes y criterios de la dirección, y ese fantasma acaba engendrando nuevos partidos (más pequeños) para dar acogida a egos (demasiado grandes) que creen necesitar su propio espacio.

Mientras, el votante se sumerge en la ingenua dinámica de pasarse la vida esperando el advenimiento del mirlo blanco con el que de verdad se sienta plena y absolutamente representado. Y ese mirlo parece ser siempre el último en aparecer, el chico nuevo en la oficina... hasta que un cuarto de hora después llega otro que resulta ser más nuevo e ilusionante que el anterior.

Una de las características de la adolescencia es la insatisfacción permanente y la búsqueda, nunca exitosa, de algo que nos llene en plenitud. Es quererlo todo y exigirlo ya. España se ha zambullido, una vez más, en un baño de adolescencia política.

Siempre nos quedará el recurso de divertirnos con nosotros mismos, viéndonos reflejados en aquella genial escena de La vida de Brian en la que los militantes del Frente Popular de Judea despreciaban a los del Frente Judaico Popular, también a los del Frente del Pueblo Judaico, y no menos a los de la Unión Popular de Judea. Son tan iguales que no se soportan. Y todos se creen el mirlo blanco.

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