CÉSAR JAVIER PALACIOS. PERIODISTA EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE
OPINIÓN

Ruralizar las ciudades para vivir mejor

El geógrafo, naturalista, escritor y periodista César Javier Palacios.
El geógrafo, naturalista, escritor y periodista César Javier Palacios.
CJP
El geógrafo, naturalista, escritor y periodista César Javier Palacios.

Si la ciudad no era para Paco Martínez Soria cuando se rodó su famosa película en 1966, no me quiero ni imaginar cómo lo pasaría de mal ahora don Paco, justo medio siglo después. El mundo rural que por entonces empezaba a emigrar en masa a las principales capitales de provincias españolas se ha quedado prácticamente despoblado, apretujados todos como estamos en enmarañados complejos urbanos donde el GPS se vuelve loco. Entonces sorprendían los cuatro automóviles que circulaban por las calles, los primeros semáforos y los respetables agentes de la autoridad con blanco sombrero de orinal. Hoy ya no nos sorprenden los infinitos atascos, los apretones del metro, las carreras para coger el bus ni las largas colas para pagar en supermercados donde nunca sabremos el nombre de la cajera.

En realidad la ciudad ya no es para nadie pues nos mata. Mata la contaminación de su aire emponzoñado: unas 27.000 personas al año sólo en España. Mata su estrés galopante: consumimos cuatro veces más ansiolíticos que los alemanes. Mata su prisa: más de un millar de fallecidos al año en las carreteras. Mata su ruido: provoca el 3% de las muertes por ataques cardíacos o apopléjicos en Europa. Mata su vida sedentaria y glotona: 18 millones de españoles sufren sobrepeso. Y todo, todo, por culpa de un mal diseño urbano donde el automóvil es el rey y el peatón un incómodo obstáculo.

Hemos olvidado la escala humana, la cercanía, la pausa, la comunicación verbal y la no verbal, el tocar y hasta oler la tierra que pisamos. Se nos fue la mano apiñando urbanizaciones sin ton ni son, desparramando chalés adosados al más puro estilo californiano como si La Alcarria fuera el desierto de Mojave o Alicante la costa de San Francisco. Construyendo a saltos, ese terrible modelo especulativo que empieza levantando las viviendas más alejadas del centro para así ir incrementando los precios según se fabrica hacia atrás. Sustituyendo bosques por bloques de viviendas. Abandonando barrios enteros a tener que buscarse la vida para llegar a la hora al trabajo o para encontrar una panadería a menos de media hora de casa. Olvidando que las zonas verdes no son retazos orillados de los planes parciales sino pulmones de vida donde podemos correr, jugar con los niños, pasear al perro, solazarnos y ahorrarnos mucho dinero en medicinas. ¡Con lo fácil que era todo esto en el pueblo!

Hay que rediseñar las ciudades. No queda más remedio. De hecho ya lo estamos haciendo, probando toda clase de experimentos urbanísticos con mejores o peores resultados. Pero lo más sorprendente es el más reciente modelo elegido para hacer las ciudades menos de asfalto y más humanas: ruralización. Efectivamente, Paco Martínez Soria ha ganado. Como en el pueblo no se vive en ningún sitio. Por eso la mayoría de las ciudades europeas apuestan ahora por la relajación y peatonalización de sus tramas urbanas. Más espacios abiertos. Más lugares de esparcimiento, pero para socializar y no para huir del vecindario. Más plazas y plazuelas, tiendas de barrio, huertas, cinturones verdes. Liberando espacios confortables que estén bien equipados, tengan una identidad propia, sean accesibles y estén bien conectados unos con otros a modo de corredores ecológicos de salud. Naturalizando colegios, especialmente sus horribles patios de hormigón, donde los árboles no sean una proyección sobre la pizarra inteligente y los pájaros acudan de verdad a cantar junto a comederos bien surtidos con las migas de los bocadillos de la chiquillería. Cambiando el coche por el autobús, el autobús por la bicicleta y la bicicleta por los paseos. En definitiva, volviendo al modelo clásico de localidad amigable.

Aunque no nos engañemos. Ya lo decía en 1539 Fray Antonio Guevara, obispo de Mondoñedo. "Que la vida de la aldea es más quieta y más privilegiada que la vida de la corte". Este anhelo de vivir en el pueblo y sufrir en las ciudades nos viene de lejos.

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