CARLOS SANTOS. PERIODISTA
OPINIÓN

'Gurtélidos' y 'ferrazginosos'

Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.

Como parece que no hay nadie ahí haciendo nada para formar una mayoría de gobierno, que sería lo suyo cuatro meses después de las elecciones, llevamos varios días hablando de dos especies en extinción: los ‘gurtélidos’, que hacen cola antes los jueces de la Audiencia Nacional, y los ‘ferrazginosos’, que en pleno siglo XXI se pelean por controlar el aparato del partido y no por recuperar el afecto de los ciudadanos. Los primeros son del orden vegetal, lo que tiene muchísimo peligro: aunque le cortes una rama siguen creciendo y les sale otra. Los segundos pertenecen al orden mineral y, aunque por ellos no pase el tiempo, son propicios a la oxidación.

Empecemos por los ‘gurtélidos’. Hace más de veinticinco años, cuando la corrupción empezaba a ser noticia y los corruptos empezaban a negarlo, la policía fue a dar por casualidad con una trama de comisiones ilegales montada y disfrutada por dirigentes del Partido Popular, que había nacido como Alianza Popular y poco antes había cambiado de nombre. Entre los implicados estaba Rosendo Naseiro, tesorero del partido, lo que propició que se bautizara como Caso Naseiro un escándalo que no llegó a tener consecuencias jurídicas: las escuchas policiales que dieron con la pista de los corruptos habían sido autorizadas para otro fin, lo que las invalidaba como pruebas. La dirección del partido, que si había cambiado de nombre y de conducta era para buscar votos en el centro, se sintió obligada a hacer una investigación interna que encargó a un joven fiscal con ambiciones, Alberto Ruiz Gallardón. Cuando terminó aquella investigación, uno de los dirigentes del PP que la siguieron de cerca me confesó aliviado, en una cafetería de la Gran Vía:

-Nos hemos salvado por la campana. Ahí había nueve años de financiación ilegal del partido.

Un cuarto siglo después, docenas de empresarios, conseguidores y altos cargos de ese partido atiborran una sala de la Audiencia Nacional donde son juzgados por una lista de delitos tan larga que la secretaria judicial necesitó una hora y media para leerlos. Si ese juicio -que coincide con el de Rato y los demás beneficiarios de las tarjetas ‘black’ - se hubiera celebrado en la sede central de la Audiencia Nacional, que está en la calle Génova, a buena parte de los encausados y testigos les bastaría con cruzar la calle para dar explicaciones a los jueces. Sería una manera muy plástica de expresar la dimensión real de este proceso, donde no solo se juzga a unos presuntos delincuentes: se juzga una manera perversa de entender la política y de administrar los recursos públicos. Aunque sus abogados estén intentando la nulidad, en una segunda edición del Caso Naseiro, mal puede el PP zafarse de unos asuntos que apuntan a sus estructuras y a algunos de sus más renombrados dirigentes.

Mientras los ‘gurtélidos’ niegan la mayor, como hacen siempre los de esta especie, los ‘ferrazginosos’ se disputan los despojos de un partido que contribuyó a la modernización de España y gobernó durante veintidós años. La pregunta no es si se van a abstener, si van a votar en contra de Rajoy o si van a intentar un gobierno alternativo. La pregunta es ¿qué piensan hacer para frenar el proceso de oxidación y conseguir que el PSOE vuelva a ser una referencia de progreso para los ciudadanos? Responder a esa pregunta implica responder a otras: sobre la política de pactos, sobre el cumplimiento de los compromisos europeos, sobre la diversidad de España o sobre el progresivo alejamiento de un electorado que hoy está entre espantado y atónito. ¿De verdad creen que provocando con un motín la salida de Sánchez han resuelto sus problemas? Es obvio que no. Y enviándolo a la cuarta o la quinta fila del Congreso, tampoco. En sus buenos tiempos, los aparatos de los partidos políticos eran como los ejércitos: cuidaban con mimo a los heridos y enterraban con dignidad a los muertos. Se ve que en eso también se han ido oxidando.

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