RAFAEL MATESANZ. DIRECTOR DE LA ORGANIZACIÓN NACIONAL DE TRASPLANTES
OPINIÓN

Christian Barnard y el jardinero negro

El doctor Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes.
El doctor Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes.
ONT
El doctor Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes.

El 3 de diciembre de 1967, Louis Wahskanski, un comerciante de ultramarinos de Ciudad del Cabo en Sudáfrica, recibía en el hospital Groote Schuur el primer corazón trasplantado. Horas antes, una mujer sudafricana y su hija de 25 años fueron atropelladas por un coche al salir de una panadería. La madre murió en el acto, pero la hija, Denise Darvall, fue trasladada muy grave al hospital y a las pocas horas declarada muerta, tras lo que su padre donó los riñones y el corazón.

Es el momento decisivo en la vida de Christian Barnard, el que le haría pasar a la historia de la medicina. Al frente de unas 20 personas acomete el primer trasplante cardiaco a un ser humano. En realidad Barnard no hizo más que trasladar lo aprendido en Estados Unidos con Norman Shumway, verdadero descubridor de la técnica del trasplante cardiaco. La historia suele ser de todo menos justa y todos los honores se los llevó la osadía del cirujano sudafricano, evidentemente beneficiado en este caso por la levedad o más bien ausencia de control alguno en un país tan peculiar como el suyo, sobre todo comparado con Norteamérica donde un fallo inicial podría haber acabado con la carrera del mejor de los cirujanos.

Washkansky padecía a sus 53 años una diabetes con insuficiencia cardiaca terminal, y estaba condenado a una muerte segura a corto plazo. Sus médicos le plantearon la posibilidad de aplicar un tratamiento experimental que el paciente aceptó, fue trasplantado y sobrevivió a la intervención 18 días hasta que falleció por una neumonía.

Desde ese momento, la opinión pública comenzó a saber que la vida no radicaba en el corazón sino en el cerebro y paradójicamente este órgano perdió gran parte de la magia que siempre le ha acompañado. El propio Barnard decía: "Para mí, el corazón ha sido siempre algo sin ningún misticismo, sólo un órgano de bombeo primitivo". Al acabar la operación salió del hospital y se metió tranquilamente en su coche. "No había periodistas ni cámaras de televisión. No sentí que hubiera realizado una hazaña en absoluto. Solo esperábamos que funcionase, y así fue".

Ante las posibles críticas por someter a un enfermo al riesgo de un procedimiento aún desconocido, Barnard argumentaba: "Si un león te acorrala a la orilla de un río infestado de cocodrilos, tienes que tirarte al agua convencido de que contarás con una oportunidad de nadar hasta el otro lado. Pero nunca aceptarías algo así, si no hubiera león. No es una decisión difícil para un hombre que sabe que está llegando al final". Está claro que para según qué cosas, es mejor una persona de ideas simples.

Hoy sabemos que quizás el cirujano surafricano nunca hubiese sido capaz de adelantarse a los norteamericanos si no hubiese contado con la ayuda de Hamilton Nyaki. De raza negra, Nyaki figuró oficialmente como jardinero y empleado de la limpieza. Solo tenía una educación primaria pero gracias a su dedicación y habilidad acabó ayudando al jefe del equipo en todas las tareas y operando codo con codo con él. No podía figurar públicamente entre los que hicieron el trasplante, primero porque no era médico y segundo porque el apartheid no permitía que un negro operase a un blanco. Solo en sus últimos años Barnard reconoció la verdad y hasta dijo que técnicamente Nyaki era muy superior a él.

El segundo trasplante de Barnard, tercero del mundo tras uno fallido en Brooklyn se hizo un mes después a un dentista de 58 años, Philip Bleiberg, con el corazón de un donante mestizo de 24 años: todo un símbolo en la Sudáfrica del apartheid. Fue el primero en superar el año de supervivencia.

Acababa de nacer para la opinión pública (aunque ya existía el de riñón desde los años cincuenta), uno de los símbolos de la medicina moderna: el trasplante. Hoy se hacen en el mundo más de 6.500 trasplantes cardiacos al año y solo en España se han realizado más de 7.700.

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