PEPE CERVERA. EXPERTO
OPINIÓN

Cuando la app se convierte en verbo

Pepe Cervera, columnista de 20minutos.
Pepe Cervera, columnista de 20minutos.
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Pepe Cervera, columnista de 20minutos.

Cuando el nombre de una aplicación se convierte en verbo sabes que ese programa ha cruzado una frontera: ya no es una simple forma de facilitar algún aspecto de la vida cotidiana, sino que se ha transformado en un fenómeno social. Es lo que le ha pasado a Venmo, una aplicación de PayPal pensada para ayudar a dividir la cuenta entre grupos de amigos en noches de farra que ha dado origen al verbo venmoear (te venmoeo mañana mi parte de las copas) y que se está convirtiendo en un accesorio imprescindible de la vida social de los jóvenes estadounidenses. Claro que como dice el viejo proverbio hacker 'la calle siempre encuentra sus propios usos para las cosas': el objetivo de los diseñadores de un programa poco tiene que ver con el uso que luego se hace de su obra. Y si bien es cierto que es una app útil en ciertas circunstancias y culturas, el modo que tienen algunas personas de usarla está provocando nuevos e inesperados problemas de tipo social. Resulta que Venmo es una herramienta perfecta para un tipo de caraduras muy particular y puede causar el caos en parejas y grupos de amigos.

Entre las indignidades surgidas del uso de esta aplicación están los aspirantes a Romeo que, fallida la cita, pasan la mitad de la factura de las copas a la chica al día siguiente rompiendo así el contrato social tácito de que en esa situación es el varón quien paga. Es posible que muchos fracasados conquistadores hayan pensado a lo largo de la historia en hacer algo así, pero hasta ahora no disponían de un mecanismo para ello: la app hace posible comportarse como algo menos que un caballero y el fenómeno está siendo muy comentado en los foros dedicados a las prácticas amorosas. Aún peor: facilitar que se repartan con justicia los gastos no sólo está complicando la vida social de la juventud soltera, sino que también puede causar problemas en parejas ya establecidas. A veces la estricta justicia en el reparto de gastos no es la solución mejor desde el punto de vista relacional.

La culpa, huelga decirlo, no es de la app, sino de las personas; no es la primera vez que disponer de una herramienta que simplifica una función hasta entonces compleja nos revela algún factor poco edificante del comportamiento humano. A principios de siglo abundaron los reportajes sobre la éticamente dudosa (entonces) práctica de googlear (otra vez el verbo) el nombre de las futuras citas para descubrir todo lo posible sobre su carácter antes de conocerlas siquiera. Google no causaba este comportamiento, por otra parte hoy casi normalizado, sino que lo facilitaba: la curiosidad ya estaba en nosotros y el buscador tan sólo nos ayudaba a satisfacerla. La falta de generosidad o la sensación de que una cita sin éxito no amortiza el gasto no son creados por Venmo, sino por quienes lo usan: la herramienta no tiene la culpa de que las personas a veces seamos imperfectas. Es, por tanto, injusto culpar a la app de que la gente la utilice para comportarse como patanes.

Como siempre acabaremos por encontrar el modo de encajar estas nuevas plataformas en nuestras normas de convivencia y civismo, lo que denominamos 'buenas maneras'. Terminaremos por desarrollar protocolos tácitos para determinar cuándo es socialmente tolerable compartir los gastos y cuándo no; encontraremos y delimitaremos la frontera a partir de la cual solicitar la mitad de la cuenta será considerado poco elegante e incluso una falta de educación. El problema es que esas convenciones sociales tardan en establecerse y Venmo lleva muy poco tiempo con nosotros: aunque su nombre ya sea un verbo todavía es pronto para que lo hayamos incorporado del todo a las reglas de urbanismo básico. A juzgar por casos anteriores no tardarán en establecerse esas normas y venmoear será tan común y aceptable como googlear. Por extraño que les hubiese podido parecer a nuestros antepasados.

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