PACO BERCIANO. DIRECTOR DE ALMA VINOS ÚNICOS
OPINIÓN

Que el vino sea vino aunque no sea moderno

Paco Berciano. Director de Alma Vinos Únicos
Paco Berciano. Director de Alma Vinos Únicos
20 minutos
Paco Berciano. Director de Alma Vinos Únicos

El sector vinícola lleva años preocupado. Cada vez se bebe menos vino en España. Si miramos las estadísticas de consumo de vino vemos que nuestro país ocupa el puesto 33 en el mundo entre los mejores consumidores y el 21 si hablamos de Europa. La cifra es ridícula. Nuestros 21 litros por persona y año nos dejan detrás de países con tan poca tradición vinícola como Suecia, Bélgica o Namibia y desde luego muy lejos de nuestros vecinos franceses y portugueses, que superan los 43 litros. Y eso que somos uno de los países con más turismo del mundo y también que otros datos reducen nuestro consumo a poco más de15 litros.

El mayor consumidor de vino por persona es el Vaticano, con 54,26 litros. Un país perfecto para el vino, no por las misas que se celebran, que aunque sean muchas utilizan muy poco vino, sino por las características de su población, en su gran mayoría hombres maduros y sin hijos.

Este ridículo dato de consumo de vino en España, más todavía si vemos que somos el cuarto país productor, tiene al sector preocupado. Nadie sabe ni nadie estudia de verdad las causas de esa bajada. No es el precio, somos el país del mundo que más barato vendemos, apenas 1 euro el litro. Puede ser que la imagen del vino se haya quedado viejuna y los jóvenes no se acerquen a él. Puede ser también que la cultura del vino se haya alejado de las escuelas y de la calle, metida de la mala manera en eso que se llama alcoholismo.

El sector vinícola, muy disperso en España y formado en su gran mayoría por pequeñas empresas familiares, no acaba de juntarse para tomar medidas que acerquen el vino a los jóvenes, medidas para hacer el producto más atractivo. No tiene los medios económicos que sí tienen las cervezas o los licores, con sus modernas y en algunos casos modélicas campañas publicitarias.

Cada poco a algún atrevido, eso que ahora se llama tan estrafalariamente ‘emprendedor’, le viene una ocurrencia que él piensa que es genial. Una de las últimas, me temo que no la última, llevaba el nombre de vino azul. Un grupo de jóvenes decidió hacer un producto procedente de la uva y darle un tinte azul. La idea parece que tuvo un cierto éxito inicial, cuando menos de prensa y según los elaboradores también de público.

Pero, claro, hay un problema con el nombre, el vino azul es cierto que es azul, pero también que no es vino. El sector industrial del vino, el que tiene tiempo y dinero para estas cosas, presentó una reclamación judicial y, como es lógico, la ganó. No pueden utilizar la palabra vino para definir este producto. Es algo tan lógico como que no se puede llamar triciclo a un vehículo de dos ruedas.

Los elaboradores azulados se han indignado con la sentencia y han llegado a crear una campaña en Change.org para conseguir que se les reconozca la categoría de vino. Nadie les puede negar ese derecho y hasta es posible que consigan más firmas a favor que bebedores hay en España, pero en realidad este producto, tan respetable como cualquier otro y seguro que con las mismas medidas de seguridad sanitaria que cualquier otro, no es un vino. Ellos se defienden: "No creemos estar haciendo mal a nadie. Tan solo intentamos acercar este mundo a jóvenes como nosotros. Debe haber hueco para todos". Seguro que hay un hueco para todos y si el mercado les responde seguirán vendiendo, pero ese hueco no está en el vino.

Como tampoco lo son los vinos de cereza o frambuesa. Serán licores pero no son vino y no pueden utilizar esa palabra en la etiqueta. Ni lo es el llamado ‘vino sin alcohol’, ni lo son la mayor parte de los frizzantes, por mucho que se elaboren con uvas y lleven nombres tan curiosos como Win.0.0 o Diwine. Si no tienen como mínimo un alcohol adquirido del 8,5% vol. no pueden ser vino, excepto algunos casos de vinos de gran valor histórico como los dulces alemanes, que pueden tener menos.

Es necesario acercar el vino a los jóvenes, pero no debe hacerse traicionando la historia. Están bien estos intentos de modernidad y puede que sirvan para que alguna gente que no había bebido nunca vino ahora lo haga. Pero no debe caerse en el error y llamar vino a lo que no lo es.

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