Los amigos de Ignacio Echeverría pidieron ayer perdón a sus padres por haberle dejado solo, peleando con su monopatín, con los tres terroristas de Londres. El instinto de supervivencia es el más poderoso afán de cualquier ser vivo. Pese a que la mayoría de los humanos hubiéramos huido como ellos, rindamos tributo al valiente, reconozcamos que la civilización avanzó porque siempre existieron unos pocos Ignacios.
OPINIÓN09.06.2017 - 06:44h
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