JOSÉ MOISÉS MARTÍN CARRETERO. ECONOMISTA
OPINIÓN

La banca italiana aviva la crisis de la Eurozona

José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.
José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.

Sin haber salido del todo de la crisis financiera internacional, con una importante debilidad en el crecimiento económico y muy tocada con el resultado del brexit, la Unión Europea se encuentra ante un nuevo desafío, esta vez proveniente de la mala situación de la banca italiana. En las últimas semanas, la banca italiana ha aflorado 360.000 millones de euros en préstamos dudosos, lo cual representa un 20% del PIB italiano, magnitudes similares a las manejadas en el caso del sistema financiero español en 2011 y 2012, o del sistema financiero irlandés. De estos préstamos, sólo un 45% está provisionado por la banca, lo cual supone un riesgo que podría llevarse por delante a prácticamente todo el sistema financiero italiano. Según JP Morgan, se necesitarían unos 40.000 millones de euros para solventar el problema, una cifra similar a la empleada en el rescate bancario de España.

Esta fragilidad financiera aflora en un país donde las capacidades del sector público para hacer frente a esta situación son limitadas: la deuda pública de Italia está por encima del 135% del PIB, y su sistema de financiación hace que sea políticamente muy difícil realizar la reestructuración conforme a las reglas europeas. Para poder ser llevado a cabo, los inversores en bonos bancarios deberán sufrir un recorte en los títulos que tienen, algo difícilmente aceptable en un país donde esos bonos (hasta 200.000 millones) están distribuidos entre cientos de miles de pequeños ahorradores. Mateo Renzi se encuentra en un callejón sin salida.

La Unión Bancaria puesta en marcha en la Eurozona habría resultado un instrumento de utilidad en estos momentos. Pero las restricciones impuestas por Alemania para su aprobación hacen que el peso de los posibles rescates siga cayendo sobre los gobiernos nacionales, con unas estrictas reglas de implicación de los inversores, sin distinguir si se trata de inversores institucionales o de pequeños ahorradores. De aplicarse en sentido estricto, cientos de miles de ahorradores italianos perderán sus ahorros. Las consecuencias políticas son difícilmente mensurables. Pero si los italianos terminan perdiendo la confianza en la zona euro y en la Unión Europea, la situación de toda la eurozona se agrietará todavía más.

La zona euro puso en marcha la Unión Bancaria con una rigidez similar a la establecida para las finanzas públicas: la solidaridad se compensaba con un estricto régimen de control y procedimientos. Ahora, de nuevo, nos encontramos en un callejón sin salida del que sólo una interpretación flexible puede sacarnos. Quizá ha llegado el momento de entender que unas normas rígidas no sirven de nada si no se cumplen y no se hacen cumplir, y que son preferibles unas normas flexibles que se adapten a la realidad y sean realmente útiles.

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