JOAQUIM COLL. HISTORIADOR Y ARTICULISTA
OPINIÓN

La independencia era mentira

Imagen de archivo de Joaquim Coll.
Imagen de archivo de Joaquim Coll.
20MINUTOS.ES
Imagen de archivo de Joaquim Coll.

Las defensas han reaccionado a las conclusiones de las acusaciones, particularmente de la Fiscalía con su teoría del golpe de Estado, con una solvente réplica. La línea argumental ha consistido, primero, en negar que las leyes, decretos y resoluciones políticas tuvieran trascendencia penal. "Celebrar un referéndum o proclamar la independencia no es delito", han insistido.

El segundo argumento ha tratado de situar los hechos del 20 de septiembre y el 1-O en el terreno del derecho a la manifestación. En cuanto a la famosa violencia, no sucedió nada muy diferente a otros muchos actos de protesta.

Así pues, tanto las acciones de los políticos como de las entidades soberanistas se enmarcan en el ejercicio de las libertades fundamentales. Es una explicación edulcorada que desconecta el móvil secesionista del clima intimidatorio y que, por lo demás, olvida el reciente varapalo de la sentencia de Estrasburgo, por cuanto señala que quien vulneró las garantías democráticas fue la mayoría independentista del Parlament.

Para Van den Eyden, abogado de Junqueras y Romeva, a quienes describió como la encarnación de los valores cristianos y pacifistas, la declaración de independencia fue simbólica, mientras la movilización ciudadana solo quiso defender las urnas de la actuación represiva del Estado.

La rebelión y la sedición son poco menos que una fantasía para castigar al independentismo mediante una causa general. Este es también el relato de Jordi Pina, letrado de Sànchez, Rull y Turull, que este martes volvió a pedir disculpas por su falta de contención a lo largo del juicio. Si ambos abogados pretenden tener razón, por lo menos deberían concluir que los políticos engañaron a sus votantes al hacerles creer que del referéndum nacería la independencia.

En cambio, la intervención de Javier Melero, abogado de Joaquim Forn, fue brillante desarbolando las debilidades de las acusaciones. Ha aceptado la desobediencia de su cliente y un posible delito por incitar a cometer desórdenes públicos. Pero para el letrado no hubo rebelión porque no se dio nunca la violencia requerida en el tipo penal, que en su opinión ha de ser necesariamente armada. Y, segundo, porque jamás se declaró de verdad la independencia, ni el Govern retuvo el poder frente al 155.

Si su informe ha servido para alejar la acusación más grave, fue a costa de enfatizar que los acusados incumplieron desde el primer minuto su propia legalidad. Porque si la independencia era mentira, no pudo haber rebelión.

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