En las generales de 2015 y 2016, la marca catalana de Unidas Podemos se alzó con la primera posición, obteniendo 12 diputados, seguida de lejos por un pelotón de partidos (ERC, CDC, PSC, PP y CS) que obtuvieron entre 9 y 5 representantes.

El resultado de este domingo ha redefinido el escenario en beneficio de ERC y PSC, que beben ambos del descalabro de los morados. Se configura un nuevo mapa con dos fuerzas con un nivel de apoyo electoral parecido. Ahora bien, los independentistas de Oriol Junqueras se alzan por primera vez como fuerza ganadora en votos y escaños (15) gracias a su victoria en tres de las cuatro circunscripciones, excepto en Barcelona, donde los socialistas han obtenido 9 de sus 12 escaños.

El equilibrio entre el bloque constitucionalista e independentista de los anteriores comicios (18 diputados versus 17) se ha roto esta vez en beneficio del segundo gracias a su hegemonía en Tarragona, Girona y Lleida.

Contra lo que vaticinaban las encuestas, el aumento de ERC no ha ido apenas en detrimento de la formación de Carles Puigdemont, que conserva 7 representantes. En cambio, el hundimiento del PP es casi completo, pues se ha dejado 5 de sus 6 diputados, sin que hayan sido reabsorbidos por VOX (obtiene un solo diputado) ni por CS.

Reflexión aparte merece el fiasco de la apuesta de Inés Arrimadas de encabezar la lista al Congreso. Es un fracaso del que los naranjas tendrán que sacar lecciones y que a medio plazo les complica su posición a las puertas de unas nuevas autonómicas tras la sentencia del juicio.

El incremento del apoyo al PSC hace que el constitucionalismo repita globalmente resultados, pero ERC y JxCat suman esta vez 22 actas. Si a eso añadimos los 7 representantes que han logrado retener los soberanistas de En Comú Podem, que también propugnan un referéndum, el problema político en Cataluña lejos de arreglarse se enquista. Constitucionalismo en apuros.