IRENE LOZANO. ESCRITORA Y DIRECTORA DE THE THINKING CAMPUS
OPINIÓN

No, no cumplas tu sueño

Martin Luther King tuvo un sueño, es bien sabido: vivir en un país en el que la gente fuera juzgada por su carácter y no por el color de su piel. Se trataba de un sueño justo y generoso. Pero no todos los soñadores son como él, que probablemente se sorprendería de la insistencia con que hoy se nos insta a cumplir nuestros sueños. Por todas partes hay mensajes llamándonos a perseguir los sueños, a vivir de acuerdo a ellos, a no cejar en el empeño. Para ser un gran emprendedor no hace falta nada más que un sueño (bueno, y un garaje). Con eso, en un pis pas, cambias el mundo. ¿Seguro? Y aun si fuera cierto, ¿en qué sentido lo cambia? El espíritu de nuestro tiempo nos insta a cumplir nuestros sueños, pero no nos pregunta sobre su contenido.

Me parece muy arriesgado ensalzar cualquier deseo. Como si un sueño, por el hecho de serlo, fuera bueno en sí mismo, para el soñador y para los damnificados por su imaginación. Que todas las obras humanas provengan de un sueño no significa que todos los sueños deban convertirse en realidad. Por no hablar de las contradicciones irresolubles en que desemboca toda esa cháchara de los sueños. Si simplemente se trata de que todo hijo de vecino cumpla su sueño, estamos animando al mismo tiempo a un Martin Luther King y a un miembro del Ku Klux Klan. No parece una visión coherente del mundo.

La historia demuestra que los grandes soñadores nos han hecho avanzar, sin duda. Pero también hay ejemplos a espuertas de sueños que se convirtieron en pesadillas. Por eso no hay que estimularlos. Sin ir más lejos, constituye un alivio haber frustrado a esos soñadores del ISIS a los que les dio por imaginar la instauración de su califato en Oriente Próximo. Eso sí, han hecho falta miles de muertos para quitarles la idea, y muchos aún la sostienen. Si les preguntáramos, podrían argumentar en su descargo que el mantra de los gurús y los charlatanes los animó mucho. A continuación se pusieron manos a la obra.

No es lo mismo soñar con que secuestren el libro en el que dos frases te mencionan que querer desvelar la realidad de lo que ocurre en tu país con el narcotráfico. No es lo mismo soñar con liberarte de tu maltratador, que soñar con someter a tu mujer mediante la violencia. No, todos los sueños no son iguales. Soñar es el mayor ejercicio de libertad, como dejó escrito Walt Whitman, pero vivir en sociedad significa ser consciente de que nuestros deseos están limitados por la libertad y el bienestar de los demás. Solo un narcisismo rayano en la psicopatía se puede despreocupar de la ética del deseo. Ya sé que soy una aguafiestas, pero antes de animar a alguien a cumplir su sueño, hay que tomar la precaución básica de preguntarle cuál es.

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