IRENE LOZANO.
OPINIÓN

Chewbacca y unas risas

Periodista, escritora y política.
Periodista, escritora y política.
JORGE PARÍS
Periodista, escritora y política.

Yo también me he reído con las carcajadas de 'mamá Chewbacca'. Para quienes no la conozcan: el vídeo más visto de la historia de Facebook es el de un ama de casa de Texas que se regala a sí misma una máscara de Chewbacca en su cumpleaños y se graba probándosela en el coche, nada más salir de la tienda. Cuando ella mueve la boca, la máscara emite los sonidos característicos del personaje de Star Wars, lo cual mata de risa a Candace. Sus carcajadas son contagiosas: millones de personas nos hemos reído viéndola.

El vídeo se cierra con una última frase de Candace: "It's a simple joy". Es una alegría sencilla, un gozo simple, nos dice a modo de moraleja. Se puede una divertir con poco, los auténticos placeres de la vida son sencillos, en fin, ese tipo de reflexiones propias de Epicuro. El vídeo ha triunfado porque Candace es auténtica y su entusiasmo, muy real. Aunque, como cada vez nos cuesta más distinguir la realidad de la ficción, si dentro de unos días nos dijeran que todo era un gran anuncio, no nos sorprendería.

Pese a todo, contiene un error de bulto: esa máscara no es un objeto sencillo. Llevará un dispositivo electrónico diminuto, altavoz, pilas, cables, está hecho de plástico, con colores no tóxicos, y muchas más cosas cuyo funcionamiento ignoramos la mayoría. Cada una de esas características requiere una tecnología cuyo desarrollo solo ha sido posible tras miles de años de historia de la humanidad. Pensemos solo en los ruiditos de Chewbacca: han pasado 110 años desde que Lee De Forest inventó el primer amplificador electrónico de sonidos.

La máscara es, en realidad, un artefacto sofisticado y no precisamente barato, entre 30 y 40 euros, aunque su precio se ha multiplicado a raíz del aclamado vídeo. Podemos ignorar cómo funciona, pero no perder la noción de lo que es y no es sencillo. La tecnología nos hace la vida más fácil gracias a una enorme complejidad, pero los placeres más sencillos siguen siendo los de siempre. Piensa en la vez que más te has reído en tu vida: probablemente no estabas solo, sino con amigos, y la situación cómica se produjo de forma espontánea. Seguramente no medió tecnología, sino palabras o gestos. Con toda probabilidad fue gratis. Eso es la sencillez.

La euforia de Candace se ha alargado porque la tienda donde compró el juguete le ha regalado un lote de productos. La alegría de las compras suele ser efímera, y Candace recordará con más intensidad el hecho de haber recibido regalos que los objetos mismos. Durante años, le hará feliz el tener una historia que contar. La relatará a cambio de nada, gozará riéndose con gente. Y la máscara quedará arrumbada en un cajón. Eso será la sencillez.

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