IRENE LOZANO. ESCRITORA
OPINIÓN

Carta a Hillary Clinton, candidata

Periodista, escritora y política.
Periodista, escritora y política.
JORGE PARÍS
Periodista, escritora y política.

Me ha gustado mucho, querida Hillary, verte vapulear a Donald Trump en el último debate. Me encantó cuando le interrumpiste sonriente para aclarar que una de sus creaciones fálicas -el hotel Trump- fue construida con acero chino. Primer cortocircuito mental del público: ¿cómo va a hacer América great again con materias primas chinas y trabajadores ilegales? El verdadero momentazo llegó cuando él aseguró que Putin no te respeta y tú contestaste: "Claro, prefiere tener una marioneta en la Casa Blanca". Los aplausos que escuchabas a casi 10.000 kilómetros eran míos, por ese golpe elegante, contundente y con carga política.

Hace un par de meses no me ilusionaba tu candidatura, lo confieso. Sigo enamorada de Obama ocho años después -lo que le convierte en mi relación más larga, después de mi perro-. Pero el amor allí está tasado y no da más de sí. Lo acepto, aunque eso no me hacía entusiasmarme contigo. Sin embargo, cuando empezaste la campaña, el reto que tenías ante ti se presentaba descomunal: ¿cómo enfrentarnos a los machos-alfa del populismo?

No es fácil. Ahí tienes el desconcierto de los líderes blancos europeos frente al éxito de Nigel Farage, Geert de Wilders, o Marine Le Pen (sí, ellas también pueden ser machos-alfa). Cada triunfo de uno de ellos atropella un poco más la civilización. Estimulan lo peor de nuestro cerebro reptiliano, atizan la furia durmiente, huelen a odio. Nos inquietan porque hemos entrado en la era de la política Halloween. Los muertos de la pesadilla populista han regresado al mundo de los vivos: o les paramos o se quedan entre nosotros. Su disyuntiva ya la conoces: truco o trato, trick or treat, como decís por allí. El trato que nos proponen es aceptarles con las reglas del juego de la democracia y, si no lo hiciéramos, estaríamos traicionándonos a nosotros mismos. El truco es que el populismo sólo cree en la democracia mientras puede servirse de ella para destruirla.

Hay que ser muy inteligente para llevar a un macho-alfa a desenmascararse a sí mismo, y lo hiciste usando su propio estilo cuando fue necesario. Cuando Trump dijo, desde lo más profundo de su ombligo, que ya verá si reconoce el resultado electoral, se le quedó flácido el acero chino. Admitió que no acepta las reglas de la democracia. O sea que no hay trato, sólo truco. Todo cobra sentido.

Te admiro profundamente, Hillary Clinton. ¿Podrías pasarte por Europa a dar una masterclass?

Te deseo mucha suerte, Irene Lozano

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